Lun. Sep 16th, 2024

Editorial

La voz fue tronante y poderosa: 36 millones de votos lo rubrican: vienen seis años más de izquierda en este país.

El resultado electoral -más que su sentido, su magnitud- parece un firme señalamiento de continuidad, de proseguir el camino, de no hacer virajes. Y Claudia Sheinbaum ha dicho que su gobierno será de encadenamiento; el suyo sería entonces un gobierno de prolongación… con sus obvias adecuaciones, toques personales.

Programas como los semilleros creativos, o Tlaxcalteatro, o la extensión del Cervantino, o el circuito regional… los varios programas que desde la Secretaría de Cultura federal llegan a este estado, parece se mantendrán.

Claro, el engaño de la secretaría estuvo asentada en Tlaxcala será eliminado, pues el anuncio del regreso del Palacio de Cultura a la Secretaría de cultura local es ya inminente.

La presidenta electa llega investida, además, con el ropaje de la investigación, de la ciencia, de la tecnología, de la cultura. Su mirada pareciera cintilar con brillos de conocimiento, de sensibilidad… y eso parece promisorio para las políticas culturales, para los trabajadores de la cultura, para la sociedad en todos sus núcleos.

Empero, esos guiños de ventura necesariamente deben confirmarse en la realidad.

En apenas días se hará público el nombre de la persona que asuma la responsabilidad de atender las necesidades sociales en materia de arte y cultura. Será el punto de partida para un nuevo periodo de vida y trabajo, de creación y diálogo, en este país.

Ese despegue será también momento de la adaptación de la Secretaría de Cultura de Tlaxcala a las nuevas directrices federales. Con raíces políticas e ideológicas afines, no debería existir mayor problema en la homogeneización que desemboque en la armonización de políticas y programas.

La sociedad, mediante su voto, emitió un discurso.

Los gobiernos, federal y estatal, deben ahora seguir la ruta trazada.

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