Jue. Nov 21st, 2024

José Luis Puga Sánchez

‘Miradas religiosas. Siendo el hombre creador de los dioses’, así, dioses en plural, con su guiño al laicismo, o a la multicreencia, o al politeísmo, o tal vez la multiculturalidad… así Armando Ahuatzi dirigió su obra al encuentro de dos mundos con la conquista y a la subsecuente dominación religiosa. La muestra es el suceso estético, artístico, con que el ayuntamiento de Chiautempan inauguró su sala de arte Armando Ahuatzi.

La sala es pequeña, pero cuidadosamente preparada y presentada para exponer dignamente obras de arte, y la primera colección que vistió sus paredes es una sugerencia para releer la conquista de México y la posterior fusión de dos culturas, etapas que Armando Ahuatzi recorre con la ya reconocida maestría en su uso del color y su muy logrado manejo de luz y sombra.

El itinerario estético-conceptual el artista lo inicia con un cuadro de Coatlicue, la diosa madre, la diosa de la tierra, diosa que, a decir de la curadora, Mariana Herrera, es “la madre de 400 hijos a la que su hija, Coyolxauhqui, junto con sus hermanas, quiso asesinar, al ella haber concebido, de un modo divino, al dios Huitzilopochtli”.

La ruta de la exposición prosigue con un lienzo de Jesucristo ya no crucificado, sino en ascenso a la gloria. Inmediatamente después, en otro cuadro, Juan Diego abre la tilma con la imagen de la virgen de Guadalupe.

En su siguiente trabajo, Ahuatzi ofrece uno de los ejemplos más profundos en Tlaxcala de ese sincretismo religioso: la ofrenda de día de muertos, imagen en que el pintor introduce, como una mirada su tierra, la imagen de Agustín Arrieta, importante pintor del siglo XIX oriundo de Santa Ana Chiautempan.

Después, el pintor sitúa frente a frente a las dos grandes herencias culturales que nutren a los mexicanos: la española y la indígena, y las pone a la misma altura. Un caballo frente a un xoloitzcuintle. Ahuatzi busca con esto transmitir un discurso de igualdad, más un deseo que una realidad.

Y no podía faltar el estilo que lo ha posicionado: el bodegón. El primero contiene un muestrario de mazorcas en diferentes colores, de calabazas y su flor, algunas frutas y, en segundo plano, la virgen de Guadalupe y un Cristo crucificado, junto a una reproducción de plantas de maíz como las localizadas en la pintura mural en Cacaxtla.

Otro bodegón muestra una alacena con una diversidad de productos comestibles de la región, como nuez, frijol, granada, chile poblano y huevos con fondo de platos y jarra en talavera.

Su tercer y último bodegón muestra gelatinas, maíz y buñuelos, con la basílica de Ocotlán como ancla a una tierra determinada.

Su cuadro más pequeño en dimensiones muestra un rostro de Cristo con una mirada profundamente viva, en un entorno obscuro. Aquí el pintor se esmeró en los ojos vivamente intensos, en donde converge todo el peso de la obra.

Finalmente, Ahuatzi alude a otra de las tradiciones más firmemente arraigadas impuesta por la conquista: la corrida de toros y su nexo con la religión, ejemplificada con un torero en oración ante la virgen de Guadalupe, previo a su salida al ruedo, tradición que la evolución social y las nuevas luchas por los derechos está diluyendo a pasos lentos, pero inexorables.

Nacido en San Pedro Muñoztla, Armando Ahuatzi es parco cuando de hablar en público se trata. Su comunicación la centra en sus pinturas. Pero la inauguración de una sala de arte con su nombre lo obligó… y calificó como su más maravillosa elección vivir en Tlaxcala, porque “cuando el individuo rescata y vive sus raíces, se enriquece más”. Y luego repartió agradecimientos a granel.

El alcalde de Santa Ana Chiautempan, Gustavo Jiménez, presumió la compra hecha ya, por el ayuntamiento que él coordina, del cuadro de La ofrenda de día de muertos, “para iniciar el acervo pictórico” del municipio, “o para dar continuidad, como algunos mencionan”, cuadro que es ahora “de todos los chiautempenses”, información muy bienvenida válida para purgar malévolos apetitos sustractores.

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