José Luis Puga Sánchez
Para caminar, navegar, volar o irse se necesita viento, pues el viento es movimiento. No lo vemos, pero nos obliga a no quedarnos en el mismo lugar. Se necesita aire para respirar después de un aterrizaje. Se necesita aire para recuperarse después de gritar con fuerza, gritar de emoción o de dolor, pero gritar desde dentro, pues se tiene una tormenta en el pecho. Se necesita aire para volver a vivir después de besarse con todo lo que se es.
Estas palabras de la poeta Deyanira Mendieta ilustran atinadamente el libro de Raúl Lozada Ortega “La vocación del viento”, volumen ganador del premio estatal de poesía Dolores Castro 2021, pero presentado hasta el telúrico 19 de septiembre, como parte del primer paquete de la flamante colección Protagonistas, recién inaugurada y enfocada al impulso de la literatura local.
Presentadora del libro en el Museo Miguel N. Lira, Deyanira dijo que Raúl Lozada recuerda lo importante que es moverse entre los pensamientos propios, moverse en el cuerpo del otro, moverse en la tierra prometida. Habla de lo necesario que es irse, irse de uno mismo, de los lugares que se aman para poder regresar de nuevo (sic). Irse de la nostalgia para encontrar el remanso y la caricia.
Salvador Armas Ruiz, el otro presentador del poemario, nos ubicó a todos en un mismo tazón: De cierta forma, todos somos viajeros. Viajamos para ir al trabajo, para visitar a nuestros seres queridos. Probablemente la experiencia que más anhelamos sea la del viaje largo, el que implica conocer nuevos lugares y andar por caminos nunca antes vistos, quizá por eso el libro Raúl Lozada conecta con muchos de nosotros.
Para este escritor, los poemas de Lozada “aluden a una especie de memoria arcaica que data de nuestros tiempos nómadas probablemente, cuando el mundo era algo desconocido y descubrirlo resultaba fascinante y misterioso”. Se trata –aclaró- de una bitácora de viaje en clave de verso.
Raúl Lozada Ortega acepta, entre sorprendido y pesaroso, los años invertidos en la construcción de estos viajes. Por cuestiones de trabajo y de estudio viajó muchísimo “hasta donde una beca me dio chance hacerlo”. Y esos viajes los realizó en solitario en tren, autobús, avión, Uber, en lo que fuere, pero “era cuestión de andar, tenía que recorrer lo más posible”.
El libro fue escrito en las salas de espera de los aeropuertos, de los autobuses, a bordo de trenes. Recoge, por tanto, la necesidad de moverse, de “andar de pata de perro”, de vagar lo más que se pueda.
La arquitectura de ‘La vocación del viento’ está dividida en tres secciones:
1 – El viento toma la forma de las alas de lo contienen
Tiene que ver precisamente con esa lujuria, con esas ganas de viajar, de recorrer. Pero su viaje, sus viajes, lo mismo surcan las estrías de la piel, que obedecen a un fuego interno cuya intensidad desconoce, pero le quema, un viento sin principio, ni fin, sin destino, solo caminar; un perderse exterior e interiormente en calles sin rostro en una ciudad sin nombre. Vacío es su apodo.
En cierto recodo del camino, bajo la fresca sombra de un descanso, el poeta reconoce, sin embargo, destellos de miedo en su andar, acepta su trote como una huida, como una fuga… y sin una meta, sin puerto de arribo.
Yo siempre me estoy yendo
hacia alguna parte,
siempre tan cansado
de los caminos que aún
no he recorrido.
2 – ¿Cuántos adioses bajo estas alas?
Esta parte es la más oscura y tiene que ver con una de las consecuencias de todo eso, que es la soledad, la ausencia, el abandono que eso implica.
Chabela Vargas ya lo dijo: El precio de la libertad es la soledad… Y para pagar ese precio… se escribe.
Raúl Lozada exuda aquí corrosión, como la vieja pieza de un motor ya en desuso que lentamente empieza a degradarse.
¿Qué haces acá tu solo en la orilla del mundo,
esparciendo tu nostalgia como si
fueras un predicador?
3 – Souvenirs
Y un apéndice, donde muestra un resquicio de su sabia motriz. Un pañuelo que se agita al viento mientras el tren se pierde en la distancia:
¿Quiénes somos sino las historias
que nos contamos a nosotros mismos
cada noche?
Con ‘La vocación del viento’, Raúl Lozada enfila sus pasos hacia… hacia… hacia la nada… pero camina…
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