Jue. Nov 21st, 2024
Lienzo de Tlaxcala: las cinco princesas ante Malintzin

José Luis Puga Sánchez

Más de cinco siglos después, la participación femenina en los sucesos de conquista en México permanece aún en la penumbra. Y mucho de lo poco escrito sobre el tema, son versiones masculinas, lamenta la arqueóloga Margarita Cossich Vielman al sustentar una conferencia en Tizatlán sobre su libro “1521, un atado de vida: princesas tlaxcaltecas, su palabra y su guerra”.

Nacida en Guatemala, candidata a doctora en estudios mesoamericanos por la UNAM, especialista en los nahuas de Centroamérica, la arqueología de su país y los códices y documentos coloniales tempranos, hoy es parte del proyecto de reconstrucción digital de El Lienzo de Tlaxcala por parte del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, con atención en la participación femenina en los procesos de conquista, sobre todo en un natal Guatemala.

Al inicio de su charla, auspiciada por el Grupo Cultural Tizatlán, “Tercer Señorío”, Cossich aclaró que la presencia náhuatl en Centroamérica empezó mucho antes de la conquista, pues dijo que la migración hacia esa región se registra desde el 900 DC. Las migraciones tlaxcaltecas de 1524 hacia Guatemala, El Salvador, Honduras y hasta Perú, acusó que han sido muy poco estudiadas.

En Guatemala, “cuando nos hablan de mexicanos nos ponemos muy a la defensiva, porque los asociamos con este momento de la conquista, y entonces nos ponemos ‘muy nerviosos’ en Centroamérica”, pues los contingentes invasores, compuestos por españoles, tlaxcaltecas y otros grupos indígenas mexicanos, actuaron hacia los naturales con la violencia y la saña usual en los conquistadores. “Eso por lo que ahora piden que España les pida perdón, eso fueron a hacer ustedes en Centroamérica”.

En Guatemala, dijo, ya nadie habla náhuatl. En El Salvador se habla todavía una variante, por eso los salvadoreños tienen otra vinculación con las comunidades nahuas antiguas. “Los salvadoreños se sienten muy orgullosos de esta presencia náhuatl. En Guatemala no tenemos esa visión”.

Lo sucedido en 1524, afirma la arqueóloga, fue una “conquista-invasión”, visto desde los tlaxcaltecas. Las comunidades mayas de Guatemala siempre se refieren a este evento como la “invasión”. Pero, contradictoriamente, los mayas de Guatemala se unen al contingente conquistador (europeos y varios grupos nahuas), para transformarse así en conquistadores de El Salvador.

Insiste en observar los sucesos de la historia desde sus diferentes visiones, de vencidos y vencedores, y pone como ejemplo que en 2021 en la ciudad de México se cambia el nombre a la “noche triste” de Cortés, para llamarse ahora “noche victoriosa”. “Y fue noche triste para los tlaxcaltecas, con los españoles, pero noche victoriosa para los tenochcas”.

EL LIENZO DE TLAXCALA CAMINADO

Su libro “1521, un atado de vida: princesas tlaxcaltecas, su palabra y su guerra”, surge del estudio de El Lienzo de Tlaxcala en sus tres versiones conocidas: el manuscrito de Glasgow, versión del siglo XVI de El Lienzo de Tlaxcala, ilustrada por Diego Muñoz Camargo, que comenta toda la conquista; las imágenes conservadas en la Universidad de Texas en Austin, otras en Tulaine; además del documento resguardado en la biblioteca Nacional de Antropología e Historia.

En esa centenaria capilla abierta de Tizatlán, Margarita Cossich señala la costumbre de ver El Lienzo de Tlaxcala como un libro, pero El Lienzo de Tlaxcala era, primero, unos murales en el Cabildo de Tlaxcala, pinturas que luego fueron transferidas a tres mantas de algodón con medidas de 2 x 5 metros, hechas en el siglo XVI. Una se fue a Ciudad de México, otra se fue a España y la tercera se quedó en Tlaxcala. Las que salieron de Tlaxcala se perdieron en el siglo XVII. La que se quedó en el estado sobrevivió hasta el siglo XIX. De esta manta se sacaron las copias en óleo que conocemos ahora.

La UNAM auspicia el proyecto de reconstrucción histórica digital del Lienzo de Tlaxcala”, donde participa Cossich Vielman, bajo la dirección de Federico Navarrete. Ahí “hicimos nosotros una impresión de 2 x 5 metros y empezamos a caminar sobre la manta, así empezamos a entender El Lienzo de Tlaxcala no como un libro español, sino como un lienzo prehispánico. Empezamos entonces a encontrar relatos donde se contaba sobre la manta que se llamaba originalmente yaotlacuiloli, ‘la pintura de la guerra’. Encontramos otros relatos como que cuando se llevó esta manta a España, se fueron muchos personajes de las cuatro casas principales de Tlaxcala, con toda su parafernalia de ceremonia, y danzaron sobre la manta al mostrársela a los reyes”.

El lienzo muestra la presentación de los líderes españoles junto a las cuatro casas tlaxcaltecas, en orden geográfico.

“Cuando lo imprimimos, nos dimos cuenta que hay muchos mapas dentro del lienzo, lo que no se percibe al tenerlo como libro. En Mesoamérica los lienzos eran mapas y eran historias. Este documento fue hecho, más o menos, en 1550, pero tiene eventos que van desde 1519, cuando llegan los españoles al territorio tlaxcalteca, habla de las conquistas de Guatemala y El Salvador y termina en las conquistas que se dieron en 1541 en toda la parte norte de México”.

Del lienzo que se quedó en el ayuntamiento de Tlaxcala salió la muy famosa copia de Alfredo Chavero, que se hizo en 1892, pero también están los óleos de Juan Manuel de Illanez, también en el siglo XIX.

MUTUAS REVERENCIAS

Margarita Cossich confiesa su intención previa de escribir un libro sobre la colectividad de mujeres. “El libro, por eso, es sobre las princesas, no solo sobre Luisa. Es ella con sus hermanas y sus primas. Estas mujeres también estaban en guerra, sostenía un arma e iban a los campos de batalla; hablaban varios idiomas y había todo un pueblo que se movía por ellas: Princesas tlaxcaltecas, su palabra y su guerra”.

La biografía de Luisa Xicohténcatl –reclama- estaba contada desde la visión masculina, a pesar de estar vividas por mujeres. Y se propuso enmendar ese problema.

El Lienzo de Tlaxcala, en su versión en Glasgow, reproduce la llegada de un mensajero totonaco de Cortés al territorio tlaxcalteca, entregando una carta a los gobernantes de los cuatro señoríos: Tizatlán, Quiahuixtlán, Ocotelulco y Tepeticpac. Cortés envía, como obsequios para los señores tlaxcaltecas, un sombrero, una espada, varias armas y “la carta que nadie pudo leer, por estar escrita en español”. Pero, antes, Malintzin había traducido al mensajero lo escrito en la carta. En la misiva, Cortés pondría su ejército a disposición de los tlaxcaltecas para combatir a los tenochcas, alianza que después de muchas disputas internas y de reflexiones, la cúpula tlaxcalteca habría de aceptar. Es esta una versión tlaxcalteca, “quienes aseguran nunca haber combatido a los europeos, porque no les convenía hablar de desavenencias o conflictos entre ambas partes”.

La versión española, en sentido contrario, “que es la que se imparte en el sistema educativo, incluso actual, habla de una feroz resistencia tlaxcalteca, con ‘muchas guerras’ de por medio. Cada quien contó su versión, de ahí la importancia de tomar en cuenta toda la alfabética de los españoles, como todas las pictografías de los grupos indígenas”.

En su libro, “1521, un atado de vida: princesas tlaxcaltecas, su palabra y su guerra”, Cossich remite a la primera alianza de los europeos con grupos locales, la realizada en Zempoala, Veracruz, con poblaciones totonacas, quienes habrían advertido a Cortés que, si querían llegar a Tenochtitlan, tenían que aliarse con los tlaxcaltecas, los grandes enemigos de los mexicas… “y hacen la alianza… y las alianzas en Mesoamérica y en España se hacían a través de los matrimonios”.

Revela que ese volumen personal introdujo imágenes del fragmento del Lienzo en Austin, Texas, sobre las alianzas matrimoniales. En ellas, Malintzin tiene una importancia preponderante, pues siempre aparece hablando; en una de ellas se ve a Cortés junto a Malintzin, al lado de Xicohténcatl, imagen que muestra a Cortés descendido del caballo y con el sombrero en la mano, para saludar al capitán indígena, en contrasentido a la muy extendida versión de que “los indígenas habrían vendido sus más valiosas posesiones por cuentas de vidrio”.

Esa imagen muestra que el saludo entre ambas comitivas se da del brazo, no de la mano, a la usanza española, sino de la muñeca, de acuerdo a la costumbre indígena. “No se sabía en ese momento que los extranjeros, como son referidos en todos los documentos indígenas, se quedarían para siempre, pero sí los catalogan como muy blancos, muy sucios al no bañarse nunca, por ello mal olientes”.

Refutó el mito de que los indígenas veían a los conquistadores como deidades, “lo que no sucedió más de cinco minutos”. “Todos los pueblos de Mesoamérica se conocían, estaban conectados mediante mensajeros y ‘prácticamente’ toda Mesoamérica se enteró de la llegada de extraños”.

Lo primero que hacen las comunidades indígenas –explica-, es dar a los conquistadores tres tipos de “alimento”, para identificar qué tipo de personajes eran, les dan mujeres para ver si las sacrificaban, también les dan incienso y copal, para ver si encendían eso y entonces eran deidades; y también les dieron guajolotes, tortillas y maíz. “Tres tipos diferentes de alimentos y de la reacción de quien los recibe es que se reconoce. Si sacrifican a las mujeres, eran deidades malas; si quemaban el incienso y el copal, eran deidades buenas; si se comían los guajolotes, las tortillas y el maíz, eran seres humanos … Y los españoles se dieron un gran festín porque devoraron con los alimentos, a las mujeres las pusieron a su servicio, no las sacrificaron, y no les importaron ni el incienso ni el copal”.

Enumera, en el mismo libro, todas las cesiones que realizaron los españoles al recibir a las mujeres indígenas tlaxcaltecas. No solo las comunidades indígenas dieron tributo, también tuvieron que hacerlo los españoles.

MUJERES QUE SELLAN LA ALIANZA

La brigada de conquistadores efectúa su primer contacto con indígenas mesoamericanos en Cempoala, Veracruz, donde Hernán Cortes se casa con la hija del gobernador local para sellar la alianza, según textos alfabéticos españoles. Eso hace pensar que en el primer ejército conquistador venían muchas personas de Cempoala, lo que hablaría de un ejército español con muchos indígenas aliados. Y en cada pueblo donde pasaban “seguramente había matrimonio, había hijos y había una alianza ya familiar con todas esas poblaciones, lo que también sucedió en Tlaxcala”.

El proceso, dice Margarita Cossich, es que las mujeres primero eran bautizadas, pues los españoles no podían tener relaciones sexuales con mujeres no bautizadas, después se casaban o tenían solo relaciones sexuales con ellas. Varios españoles estaban casados en España, pero no les importó y se casaron con mujeres mesoamericanas. “En Mesoamérica estaba bien visto tener varias mujeres, lo mal visto era no poder dar una vida digna a esas mujeres y a esos hijos. Ejemplo: Xicohténcatl el viejo se sabe que tenía 200 hijos… ¡y los podía mantener!”.

La versión del Lienzo de Tlaxcala de Juan Manuel Illanez muestra el momento de bautismo de los cuatro señores principales de Tlaxcala.

En la época prehispánica, los matrimonios para los nahuas se efectuaban cuando se amarraban la tilma masculina y el femenino huipil. En España, en la misma época, se usaba un lazo, como marca la tradición católica, tal como ahora. Y el Lienzo de Tlaxcala registra el momento de la unión entre las cinco princesas tlaxcaltecas con los españoles. Ellas fueron Tecuelhuetzin, hija de Xicohténcatl el viejo, señor de Tizatlán, y hermana de Xicohténcatl el joven; Toltequequetzaltin, Zicuetzin, Zacuancozcatl y Huitznahuacihuatzin. Tecuelhuetzin fue bautizada como Luisa Xicohténcatl, quien debía tomar como esposo a Hernán Cortés, pero el jefe conquistador la cede a uno de sus lugartenientes, Diego de Alvarado, con quien finalmente se casa.

Margarita Cossich propone que las princesas tlaxcaltecas aprendieron el español, idioma que habrían sumado a su natal náhuatl y el otomí en su conocimiento. En cambio, esos primeros españoles del siglo XVI no aprendieron ningún idioma indígena, por eso la mayor probabilidad es que para comunicarse y fungir como intérpretes, las mujeres aprendieran español, tal como sucedió con Malintzin, quien hablaba oluteco, de la familia de las lenguas mixes, su idioma materno, náhuatl, maya y español.

Pero hubo otras mujeres muy importantes, de las que igualmente casi nunca se habla y que Cossich trae a escena, que son las mujeres españolas. En la escena de la “noche triste” registrada en El Lienzo de Tlaxcala, o también ahora “noche victoriosa”, se representa a una mujer sobre un caballo. Hay otras mujeres en el documento, todas con huipil, pero en la explicación del códice se dice que una de estas mujeres es María de Estrada, una mujer española que llegó casada con un español, esposo que habría muerto en una de las batallas, pero ella se quedó y fue encomendera en varios pueblos de Puebla.

En otra escena de la “noche triste” o “noche victoriosa” se ve la imagen de un pelotón saliendo por la calzada de Tacuba, o Tlacopan, como se llamaba en aquel entonces, y ahí se ven dos mujeres. “A los investigadores, hombres, les encanta decir que todas las mujeres que aparecen en estos documentos son Malintzi, lo cual es falso. Siempre contamos estas historias desde la élite, que son quienes tienen los libros o las pictografías para contar sus versiones. Buscamos las otras versiones de gente que no era élite, y en esos relatos disponibles en los archivos de España, en el Archivo General de la Nación en México y en el Archivo General de Centroamérica en Guatemala, existen muchos relatos de mujeres cuyos esposos murieron, ellas heredan las tierras y las peripecias que hubieron de cursar para heredar esas tierras”.

En Guatemala -informa- está el relato de una señora, autollamada María, quien dice: “yo soy tlaxcalteca; yo vine a Totonicapán (Guatemala) acompañando a todos los ejércitos de tlaxcaltecas y yo era la encargada de hacer las tortillas”. “Sabemos que estos ejércitos venían acompañados de muchas mujeres que hacían la comida, remendaban la ropa y que cazaban y recolectaban mientras se desarrollaban las batallas. Todas estas versiones tampoco nos las cuentan. Se nos enseña que las mujeres son solo encargadas del hogar y de dar educación a los niños, pero no se nos habla de estas mujeres que también peleaban. Hay relatos varios que hablan de mujeres que subían a los techos para proteger sus casas con armas y, además, tiraban piedras a los enemigos”.

En el códice Durán están dos mujeres con escudo y con macuahuitl, especie de tolete de madera con filos de obsidiana. En El Lienzo de Tlaxcala están todas las batallas en Tenochtitlán y ahí aparecen mujeres hablando en plena batalla, “seguramente dando instrucciones tanto a los españoles como a los tlaxcaltecas”. En otra parte del lienzo se ve a una mujer sosteniendo una espada en la espalda, otra mujer sosteniendo un escudo y una espada. “Esa narrativa de los españoles diciendo que las mujeres se quedaban en sus casas, el Lienzo de Tlaxcala cuenta otra versión totalmente diferente”.

Finalmente, subraya que los españoles no hablaron ningún idioma indígena, consecuentemente fueron ellas quienes giraron las instrucciones en náhuatl, en otomí y en español, con Malintzin en primer lugar, seguida por Luisa Xicohténcatl, princesa de Tizatlán.

Después de la caída de Tenochtitlán, relata El Lienzo de Tlaxcala, las princesas tlaxcaltecas regresan a Tlaxcala para reunir más contingentes y empiezan a moverse por todo el territorio mexicano y por Centroamérica. La versión en Glasgow, de Diego Muñoz Camargo, relata 42 batallas más de las registradas en este documento y se desconoce el motivo. Muñoz Camargo, que escribe su documento en 1582, describe más pueblos de Guatemala, de El Salvador y de México.

Toda esta reconfiguración política y social indica que aviva más matrimonios entre españoles e indígenas. Las cinco princesas tlaxcaltecas, por su parte, abandonan Tlaxcala para ir a vivir a sus nuevos territorios conquistados en Guatemala, El Salvador y Honduras.

Cossich Vielman informa que este 2024 se conmemoran los 500 años de la conquista del territorio guatemalteco y salvadoreño, a cargo de Pedro de Alvarado, con su esposa Luisa Xicohténcatl y con sus hermanos y primos como lugartenientes, Jorge de Alvarado, Gonzalo de Alvarado, Diego de Alvarado y Gómez de Alvarado. Desde 1524 hasta 1541 los ejércitos de los Alvarado se movieron por todo Centroamérica, por lo que hubo población tlaxcalteca en todos los puntos donde se asentaron.

Otro tema silenciado –ahonda- es el de las mujeres embarazadas que viajaban en estos pelotones. “Se nos venden las ideas del primer hijo mestizo o la primera primer hija mestiza, pero no hay dato certero sobre quienes fueron los primeros mestizos en diferentes territorios. Luisa Xicohténcatl, por ejemplo, tuvo su primer hijo en Oaxaca y a la famosa Leonor de Alvarado la tuvo en territorio guatemalteco, por tanto, estaba embarazada en las batallas registradas en los documentos”.

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