Mié. Ene 22nd, 2025
José Hernández Castillo es homenajeado

José Luis Puga Sánchez

Se apoderó del escenario, se apoderó de la atención, se apoderó del tiempo y se apoderó de la historia. Pequeño, escuálido, pero fuerte, seguro, próximo a cumplir cien años de vida antes de veinticuatro meses, Cheché recibió un homenaje del gobierno del estado, por medio de la Secretaría de Cultura, pero en ese mismo evento él entregó presea a la gobernadora Lorena Cuéllar y al exgobernador Alfonso Sánchez Anaya… Ojo por ojo y diente por diente.

Cheché, José Hernández Castillo, es un surtidor de datos, de anécdotas. Es esa su imagen social, popular, y como tal se asume. Es cronista emérito de Huamantla.

Y el Teatro Xicoténcatl fue insuficiente para recibir esa exuberancia discursiva, anecdótica, memorial.

Había escuchado antes las palabras de Karen Villeda, la secretaria de Cultura; de Nacho Tapia y de Lucina Toulet, viejos conocidos de andanzas, de cafés y de copitas, todas las intervenciones con fardos y fardos de alabanzas que acumularon en el proscenio hasta su virtual anegación.

Pero llegó su turno y con eso su venganza…

Agradeció primero presencias físicas y etéreas, como Guadalupe Alemán y Desiderio Hernández Xochitiotzin… e, incontenible, empezó a enhebrar historias…

“Cuando fui joven, fui soldado. Fui el soldado 674062, fui comandante del tercer pelotón, de la tercera sección, de la tercera compañía, del segundo batallón, del octavo regimiento, de la tercera división de infantería…”. Uuuffff.

El cruce de miradas en sus embebidos oyentes fue de comprensiva complicidad… “Es Cheché” …

“Salí del ejército con una medalla de honor… Carlos Rodríguez Corona, huamantleco piloto aviador del mítico escuadrón 201, piloteó un cazabombardero y fue comisionado para bombardear los arsenales de los japoneses en la isla de Luzón, Filipinas. Fue herido en dos ocasiones y casi pierde un brazo… Algún día quise ser parecido a él”.

Una vez fuera del ejército su sostén fue la herrería, trabajo que le llevó a la normal rural de Soltepec, donde la directora, Leonarda Gómez Blanco, le instruía sobre las actividades a realizar, mientras en los jardines un niño locuaz se tragaba la vida a puños, un niño que habría de llegar a ser gobernador de Tlaxcala: Tulio Hernández Gómez.

Cheché iba y venía en el torrente imparable de su memoria, mientras los atentos escuchas en el teatro trataban de armar ese rompecabezas de recuerdos en tropel, como esas menciones a sus colaboraciones, sin detallar, con Joaquín Cisneros y con Crisanto Cuéllar, entre los que recordó el programa La ruta de Cortés.

Ingresó después a la Cruz Roja, institución en la que ascendió hasta ser delegado en el estado. Y como tal, tiene una muesca en su memoria la realización de la convención de la Cruz Roja en Huamantla, o aquellas colectas nacionales de esa misma institución, hechas en compañía de las “primeras damas” del estado, en esos largos y tortuosos recorridos por todas las dependencias rastreando fondos.

Recordó a Beatriz Salcedo, la enfermera con la credencial 001 del Seguro Social, cuyos tres hijos fundaron, cada uno, las delegaciones de Cruz Roja en Calpulalpan, Apizaco y Huamantla.

Otro salto…

“Con el Dr. Alfonso Sánchez Anaya estuvimos en la catedral de San Patricio, en Nueva York, haciendo una alfombra. Y no es tan fácil poner una alfombra de aserrín y de flores en ese piso… pero se puso. Hubo que hacerla por partes, en triangulitos de 30 x 30, ya con las flores armadas y en la hora que nos dieron permiso, pudimos hacer una alfombra de más de diez metros”.

Luego… Portugal, España, Italia, Taiwán… para compartir las alfombras huamantlecas. En Taipéi con la realización de “la noche que nadie duerme”, a sugerencia de monjes taoístas y budistas de Taiwán. En Chicago manejó los originales títeres Rosete Aranda. Estuvo en el hermanamiento de Huamantla con Pamplona, España…

Nuevo cambio de dirección…

“La tradición oral es la voz del pueblo”, frase con que arropó a los cronistas, sus compañeros, sus amigos con él en ese momento. “Sé que no son bienvenidas mis palabras ante los historiadores, mis amigos también. Con todo respeto a los historiadores, hay quien dice que el día que muera José Hernández Castillo muere también Josefa Castelar. No es cierto, ella va a vivir miles de años, porque defendió a las mujeres de Huamantla y de Tlaxcala contra la invasión norteamericana el 9 de octubre de 1847”.

Un mea culpa…

Recordó en su gestión como alcalde de Huamantla, “no lo puedo negar, nunca lo he escondido, porque no estuvo en mis manos”, la tragedia en una carrera de carcachas durante la feria local. En ese día, 9 de agosto de 1991, hubo tres categorías y la reina, cuyo abuelo era Antonio Silva, un gran industrial tlaxcalteca, entregó nueve trofeos. “La carrera había terminado sin ningún accidente, aparte de raspados, pero no pasaba de ahí, porque eran verdaderas carcachitas las que corrían, pero hubo personas que tuvieron encerrados los carros ya arreglados, escondidos, y a la hora que salimos con la reina empiezan los accidentes, porque eran carros no arreglados para una pista improvisada, por eso tuvimos varios muertos. Estábamos comiendo en la casa de Antonio Silva, con la reina, fui para agradecer su participación porque al otro día era el desfile… Y la gobernadora inmediatamente nos envió su apoyo, pero lógicamente para 11 muertos y 28 heridos graves no había recurso. Pero aun así nos apoyó y pudimos empezar a pagar las prótesis, a los especialistas, los médicos de Huamantla con algunos de Apizaco, quienes no nos cobraron, porque no había dinero para pagarles, apenas tenía para las férulas. El Dr. Sánchez Anaya era el responsable de la economía y cómo me vería, que me dijo: no te preocupes, voy a buscar otros recursos y él personalmente los entregó”.

A propósito de Antonio Silva, Cheché recordó aquella ocasión cuando en compañía del propio Silva y una de sus hijas, así como de Miguel Arenas, viajaron a Cuba, donde, instalados ya en un hotel, enviaron un saludo a la embajadora mexicana en la isla, la también huamantleca Beatriz Paredes, quien inmediatamente les invitó a una cena en la embajada, “la mejor embajada de América construida por un presidente mexicano en La Habana, Cuba”, ahí, “en un corredor de mármol con pianos de cola, media cola, cuarto de cola, etcétera, allí estaban los mejores pianistas para la recepción de la gobernadora Beatriz Paredes, donde estaban citados los principales industriales de La Habana, para presidir el distinguido tlaxcalteca Antonio Silva. Por eso recordamos esa ocasión”.

Presumió, radiante, la recepción de otro reconocimiento a su persona entregado un mes antes en Toluca, al lado de “otros tlaxcaltecas”. Adelantó, también, la presentación de un libro en Guadalajara que compila los “principales homenajes” que se hacen a los magistrados de todo el país, con diferentes artículos que se refieren a “personajes de todos los estados”, por ejemplo, en el norte, en Ciudad Juárez, Chihuahua, “todos estamos entendidos que una gran artista norteamericana famosa ahí, según las leyes de cada estado, de los tribunales, Marilyn Monroe, ¿quién no la recuerda?, tuvo un juicio en ese lugar. Y en el artículo que me pidieron, entre otros seleccionados de Tlaxcala, un artículo relacionado con Guadalupe Victoria, no solamente por ser el primer presidente de la República Mexicana, sino también por ser el primer presidente que decreta que la educación debe ser laica y gratuita en todos los niveles de todos los estados del país”.

Y no suelta a Guadalupe Victoria, pues recuerda que se casó con una mujer de Huamantla, María Antonia Bretón. “Nació ella en la casa grande, la casa donde se hospedó Maximiliano, se hospedó Carlota, don Porfirio Díaz, etcétera, La casa que también fue residencia del primer canciller, del primer embajador mexicano José María Rivera, la casa de Carlos Rivera, esa es la casa grande”.

La casa grande es hoy de Carlos Rivera. “Yo conviví con su abuelita. Lo vi cantando cuando mi hermana y las demás bordadoras bordaban en la casa. De chico Carlos iba a cantarles y ahora lo he acompañado en algún video”.

Andado ya el sendero de los presidentes de México, Cheché trajo al presente a Manuel Ávila Camacho, pues “fui soldado de él y él me puso la medalla de honor y perseverancia en Tepoztlán”. Miguel Alemán fue a Huamantla a una exposición donde “saqué los tornos de la casa de ustedes y armamos una exposición. No teníamos industria en ese tiempo en Huamantla, pero armamos una exposición para Miguel Alemán”. Luis Echeverría, junto al doctor Salazar, “fue a recorrer las alfombras y le hicimos un recorrido muy privado por Huamantla”. Carlos Salinas fue presidente de la república cuando José Hernández Castillo fue alcalde de Huamantla, “con él estuvimos tres o cuatro en el helicóptero platicando sobre la Malintzi; la licenciada Beatriz Paredes quiso que fuéramos a Concepción Hidalgo; es el primer presidente que retira su escolta y recorre los tapetes de Huamantla como cualquier ciudadano, los que llevábamos corbata, tuvimos que quitárnosla, el señor presidente usaba una chamara y tuvimos que usar una chamarra parecida a la que usaba él”.

Esos ojos azules ensalzados por la gobernadora Lorena Cuéllar se abrieron y cerraron apresuradamente un par de veces, percibía ya un clima en el público que le indicaba que había usado mucho tiempo el micrófono. Lorena Cuéllar, sentada, giró instrucciones a un asistente que se acercó a ella, mientras señalaba su reloj de pulso, seguramente para que se avisara en su siguiente evento de su llegada con retraso.

Cheché inflamó lo pulmones y exhaló sus últimos recuerdos de esa mañana…

“Un cinco de mayo de 1945 desfilé como comandante de una sección a la orilla del desfile y me tocó ver al abuelo del delegado del INAH, el abogado José de la Rosa, quien fue corneta de orden de Ignacio Zaragoza, hace cien años”. “Y me tocó formar parte de la comisión que llevó a Cantinflas a Huamantla, para terminar las obras de la basílica de Nuestra Señora de la Misericordia, en Apizaco… Estuvimos con Joaquín Pardavé” …

Y en un paréntesis de su larga intervención, el diputado federal Alejandro Aguilar, a petición de Cheché y en nombre de la actual administración municipal de Huamantla, entregó la presea al mérito civil José Hernández Castillo, de la Cruz Roja, instituida por él en su gestión, a la gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros y al exgobernador Alfonso Sánchez Anaya.

Quedó abierto entonces el futuro para Cheché y el recuento de historias que sea capaz aun de almacenar en su burbujeante vida…

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