José Luis Puga Sánchez
Las diversidades de toda índole enfrentan y han enfrentado obstáculos que han abierto heridas profundas en la memoria individual y colectiva. Menos del 7 por ciento de la población nacional se reconoce como parte de un pueblo originario y hablantes de una lengua indígena, consecuencia del racismo y discriminación históricos sobre los pueblos indígenas, restregó una incisiva Nadia López García, titular de la Coordinación Nacional de Literatura del Inbal, en la sesión inaugural del ciclo de conferencias sobre gestión cultural impulsado por la Secretaría de Cultura de Tlaxcala.
Al abordar el tema “Gestión cultural en comunidades indígenas” en la Pinacoteca de Tlaxcala, la también gestora cultural y poeta ubicó a la mayoría de lenguas en el centro y sur del país, en razón de los recursos naturales disponibles, pues señaló que la diversidad lingüística y cultural está íntimamente ligada a la diversidad biológica (recursos hídricos, maderas, flora, fauna…).
Y en esas zonas con mayor presencia indígena opera el mayor número de concesiones de minería, varias de ellas a cielo abierto, por lo que son mucho más contaminantes.
Refirió al registro actual de 68 lenguas originarias, de las cuales 31 están en muy alto riesgo de desaparecer, la mayoría de ellas en el norte de país, muerte que se estima en un lapso no mayor a 20 años. Las lenguas que en el centro y el sur del país están en riesgo, se ubican preponderantemente en zonas de minería, donde se encuentran también los mayores procesos de despojo territorial y, por tanto, de violencias estructurales hacia las y los hablantes de lenguas originarias, violencias que han incubado la migración o expulsión de innumerables poblaciones indígenas.
Ejemplificó con su propia comunidad, donde nació: San Juan Copala en particular y el pueblo triqui en general desde el 2006, pero con mayor intensidad desde 2009, inicia una serie de denuncias por despojo territorial, “momento en que era más difícil hacer visibles o públicos ciertos atropellos como padecían los triquis”. La indefensión en que se encuentra hace al pueblo triqui salir de San Juan Copala hacia la cercana Santiago Juxtlahuaca, población mixteca. Este desplazamiento territorial, aparentemente sencillo por la corta distancia, impactó fuertemente al grado que hoy día, en 2024, un gran porcentaje, sobre todo infancias y adolescencias, ya no son hablantes de su idioma.
¿Qué sucedió? … El pueblo triqui, comerciante por excelencia, llega a Santiago Juxtlahuaca, que es mixteco. Instalados, los triquis empiezan a poner puestecitos en el mercado municipal para vender los productos que fabricaban, como textiles, pero son rechazados por los anfitriones –“dentro de los pueblos originarios traemos grandes conflictos de antaño”-. Ante su necesidad de vender para lograr ingresos, los triquis buscan mimetizarse para eludir el rechazo, por lo que abandonan, primero, su vestimenta tradicional que es un huipil rojo con líneas de colores, cuyo significado tiene que ver con la transición de vida y muerte, para entonces vestir ropa “mestiza”: pantalón y camisa sin bordados.
Intentan regresar al comercio, pero los escuchan. A pesar que triquis y mixtecos son muy cercanos, son distintos incluso en el acento. El mixteco es una lengua tonal, “lo más parecido al chino en la región”. Muchos triquis aprenden mixteco, pero mantienen su tono de origen, por lo que el rechazo continúa. Aprenden entonces una lengua neutra: el español.
Finalmente, con necesidad de aceptación, se desprenden de su identidad triqui. Este proceso representa una radiografía –subraya Nadia López- sobre el despojo de memoria que afecta a generaciones y generaciones y generaciones, a grado tal que muchas infancias y adolescencias que a pesar de pertenecer a familias triquis, hoy día no se reconocen como personas triquis.
Todo ese fenómeno, con aplicación en todo el país, ha hecho que vivamos en una sociedad monolingüe y desarticulada, “de lo que nos contaron, más que de lo que éramos”.
La poeta relacionó el fenómeno con la gestión, la cual tiene que ver con procesos de acompañamiento, “desde mi particular visión del mundo, que tienden a la restitución de dignidad y memoria, de lo que se haya quitado en algún momento”. Eso tiene que ver la gestión a través de la literatura, la danza, la música, la cocina… “de todos los frentes en los que estamos buscando generar esa restitución de memoria”.
Y centró aún más su mirada, apuntó al vértice del lugar donde estaba parada. Dijo que en Tlaxcala hay diversidad lingüística y cultural, pero a los lugareños presentes los sentó ante sí mismos, ante su natal tierra. Refiriéndose a Tlaxcala, interrogó: ¿saben cuántos idiomas hay? ¿cuántas poblaciones pertenecientes a pueblos originarios? ¿han crecido con una conciencia identitaria, de pertenecer a un estado con una gran historia dentro de los pueblos originarios? ¿hay un estigma? …
Una de las grandes razones –explicó- que provocó existiera un borrado identitario, tuvo que ver con convencernos que no pertenecíamos a ninguna diversidad, que la diversidad era una cosa exclusiva, reducida y en las orillas, cuando en realidad todas y todos pertenecemos a muchas diversidades, pues las diversidades atraviesan entre ellas.
Nadia López retrocedió entonces en el tiempo y en la historia, hasta ese momento que identificó como el de la formación del Estado-país, cuando se apuesta por una sola identidad, un solo idioma, una sola forma de hacer la vida, discurso sostenido por siglos. “En el sistema educativo hubo una política muy fuerte, incluso con castigos, hacia la castellanización, pero no para ser bilingües, sino como lengua única, desplazando a las lenguas originarias e impidiendo su transmisión en generaciones”. A las lenguas originarias –acusó- se les etiquetó negativamente. El concepto de “india” o “indio” se le vistió negativamente y había “como un permiso” para incluso violentar a quienes usaran lenguas nativas. “Hubo un castigo sistemático y estructural”.
Sobre esa cama con clavos situó Nadia los procesos de gestión, que –dijo- tienen mucho que ver con hacer reparaciones de daños que por siglos han ocurrido, pero también con una restitución de memoria que nos pertenece y por algún momento olvidamos que era nuestra.
Trazó entonces una ruta de sanación: Los proyectos de gestión con, para y desde los pueblos originarios, en primer lugar, tienen que ver con saber quiénes son esas personas, “¿pertenezco yo a esa comunidad o soy alguien que les acompañe, quizá no desde la misma identidad? …
El inicio del proyecto de gestión exige determinada información previa sobre el sitio de aplicación:
El contexto lingüístico y cultural: ¿son comunidades hablantes fluidas de su lengua? ¿Son comunidades que han perdido la lengua originaria? ¿Saben algunas palabras y las saben leer y escribir? ¿La lengua está en estado activo o en estado pasivo? ¿Son comunidades donde la legua la hablan únicamente las personas adultas mayores? ¿o donde las juventudes las hablan? ¿o donde hay infancias que las hablan?…
El Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INAI) tiene cuatro categorías para la vigencia de las lenguas:
Muy alto riesgo de desaparición: Están mayoritariamente en el terreno de la oralidad y las hablan solamente adultos mayores.
Riesgo mediano: Están en el terreno de la oralidad y la hablan solamente personas adultas y adultas mayores.
Riesgo bajo: Las hablan jóvenes, adultos y adultos mayores; hay una tradición de escritura, junto a la oralidad.
Riesgo no inmediato: Son habladas por infancias, adolescencias, adultos y adultos mayores; hay una memoria escrita y una memoria oral.
Por tanto, el primer punto en un proceso de gestión es hacer el mapeo lingüístico: ¿Quiénes son? ¿Dónde están? ¿Qué lengua hablan? ¿En qué nivel de habla de la lengua están? ¿Hay una memoria escrita? …
El subsecuente punto de construcción se refiere a identificar el círculo socioeconómico en el que se encuentra esa población. “Según estudios, la gran mayoría de habitantes de estas zonas se encuentra en círculos de empobrecimiento”.
La coordinadora nacional de literatura subrayó la importancia de esta información previa, porque “quizá el proyecto de gestión que se va a trabajar con, desde y para, tiene que ver también con mejorar calidades de vida a partir de proyectos de trabajo propio, con materiales propios y que generen economías. Todo tiene que ver con lo cultural”.
El tercer punto es el tema psico-emocional. Y lo explicó: En el norte del país, hace alrededor de diez años, se comenzaron a trabajar muchos proyectos “en los que había ciertas estadísticas”: en proyectos económicos, si contratabas a mujeres era más probable que los proyectos no culminaran; el indicador parecía decir que las mujeres abandonamos trabajos, no tenemos fuerza física o constancia, pero había un indicador que no se estaba tomando en cuenta, aparte de la maternidad, que es la depresión. Los hombres también la padecían, pero la combatían con el consumo de alcohol.
“Por eso se determinó que jamás debemos olvidar que somos personas y que nos duele el mundo y, a veces, no entendemos la vida… eso no está alejado de los pueblos originarios. Y ese ha sido uno de los temas que menos hemos hablado: la salud mental y emocional. Son como tristezas que se heredan y se heredan y se heredan”. Y transitarlas requiere buscar nuevas formas de caminar: la poesía, la cocina, los bordados, la medicina, etcétera.
Un cuarto punto: el contexto de vida en que se encuentran. Son comunidades que han vivido sucesos de migración, de desplazamiento, violencias comunitarias… “Es ver desde dónde viene su historia”.
Trazado el mapa poblacional con todos los temas citados, el siguiente paso es definir el objetivo del proyecto de gestión. Importante es no ver a los pueblos originarios como espacios que se van a culturizar, sino más bien se va a reconocer lo que ya hay. “Una de las cosas que ha fallado mucho es pensar que abrimos una puerta y entramos a un proceso cultural… y no es así. Todo el tiempo vivimos procesos culturales, siempre en la vida pues la cultura tiene que ver con todo, absolutamente todo. Más que pensar en acceder, hay que pensar en reconocer y eso tiene que ver con los objetivos, por qué queremos trabajar este proyecto, por qué con estas poblaciones, por qué nos interesa trabajar esta cosa en particular. El objetivo tiene que ver con lo que ya tenemos, lo que ya hay en un espacio geográfico identitario”.
A ese proyecto se le suman conceptos como promoción, gestión, fomento, reconocimiento. Ya sea que se va a difundir, apoyar, transformar, innovar o crear algo, cualesquiera que sean los niveles de participación de una comunidad perteneciente a pueblos indígenas, existen ciertas directrices muy importantes: trabajo coordinado y colaborativo con la comunidad, el proyecto y su operación deben ser accesibles en lenguaje y entendimiento a la comunidad atendida.
Se trata, en suma, recalcó vehementemente Nadia López García, de construir y trabajar, hasta instalar, un proyecto de gestión más horizontal, digno y respetuoso.