Sáb. Abr 19th, 2025

José Luis Puga Sánchez

“No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo”, y después de decir eso Albert Einstein mueve severo su dedo índice en la historia.

Pues noticia para Einstein: las mujeres necean y hablan y acusan y señalan lo mismo: han sido y son víctimas de un sistema de dominación al que denominan patriarcado… Y seguirán hablando y hablando hasta derribarlo, hasta que solo sea un negro pasaje en la historia antigua.

“Mujeres en el arte” fue el título que se colgó a la mesa de conversación en la que seis mujeres dejaron salir sus experiencias, sus traumas, sus ideas, sus tropiezos y su furia sobre pasajes de su vida vivida u observada, siempre relativo a la opresión sobre ellas.

Aileen del Carmen, Daniela Bonilla, Anahí Galaviz, Violeta Carrasco, Evelyn Santana y Lied Gabriela una a una, en el Museo de Arte de Tlaxcala (MAT), abrieron su pecho y su mente ante un pequeño número mayoritariamente también de féminas, algunas también con fugaces intervenciones, para mostrar un panorama tan común a todas.

Estudiantes de la Escuela de Arte de Tlaxcala (Edart), de la Autónoma de Tlaxcala, maestras en artes, artistas plásticas y visuales, así como escritoras, las seis presentaron un muro sin fisuras. Mujeres que conocen perfectamente las pequeñas y rurales poblaciones tlaxcaltecas, hasta aquellas chilangas recién desembarcadas en este mundo provinciano, todavía con, diría Silvio Rodríguez, “la pupila absorta de lo eterno” ante los cielos nuestros.

Pusieron sobre la mesa la evolución generacional en cuanto a la percepción sobre el acoso, el abuso y los derechos humanos, específicamente de las mujeres. Fustigaron, a su manera, los estereotipos impuestos en ellas: la belleza perenne, la madre abnegada, la mujer máquina limpiadora, la mujer recluida, la mujer florero…

Y entraron a la filosofía, pues reconocieron que todos, ahora sí mujeres y hombres, “juzgamos al otro desde lo que vemos y a partir de esas diferencias visuales, nos catalogamos”.

O aquella muy saludable y bienvenida autocrítica: No se nos debe anteponer el ser mujer a todo lo que hagamos. Hay que romper con ese encasillamiento, trabajar y vivir con mayor libertad, tal como el género contrario (el hombre) ha venido haciéndolo por años, sin pedir permiso.

Se habló de acoso, de abuso, de violencia y de la manera en cómo siguen su vida las víctimas.

Tocaron los sellos de fuego infantiles: “No me gusta el cabello corto porque me enseñaron que eso es de niños. Auto reconocerse como mujer en todas sus potencialidades es el acto más rebelde porque me cuestiono y cuestiono todo”.

Recriminaron una vez más la ausencia masculina en las tareas hogareñas, tareas que en muchas mujeres ha sido motivo para alejarse parcial o definitivamente de la creación. O muchas mujeres en la historia del arte que dejaron su carrera después del matrimonio o de la maternidad, “porque tienes que sacrificar un montón de cosas” … “Empero, mi arte no existiría si no fuera mujer”.

Y eso precisamente, su feminidad, fue objeto de halagos, de autoafirmaciones, como esa magia de dar vida y hacer arte desde una perspectiva propia. “Soy una mujer muy sola y el arte es mi única vía para comunicarme. Salgo y las mujeres que me contestan, dicen también sentirse solas, vulnerables, veo así que las vivencias personales son algo político, son algo colectivo y nos están atravesando a todas”.

El camino es aún muy largo y sinuoso, como es la lucha en general por los derechos humanos todos, y pese a su intrínseca dificultad luchan por cambiar estereotipos, pues hay en las nuevas generaciones de mujeres –recalcan- una mayor conciencia del feminismo y de la lucha por sus derechos.

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