
José Luis Puga Sánchez
Alto, sonrosado, firme, seguro, Jaime Sánchez Sánchez camina a paso sólido por los senderos de la historia tlaxcalteca. 93 años de edad no han menguado su lucidez y parece ser, al lado de José Hernández Castillo “Cheche”, parte de una estirpe de gente de piedra, inamovible en el tiempo.
A él la Secretaría de Cultura rindió homenaje y él se plegó ese homenaje, lo disfrutó. Y narró pasajes de historia, cómo podría ser de otra manera.
En el proscenio del Teatro Xicohténcatl, habló de un museo de arqueología, fundado por Próspero Cahuantzi en los mismos albores del siglo 20, que desapareció arrastrado por el maremágnum de la revolución. “En ese museo el señor Peñafiel conoció la cédula real de Carlos I que entregó a Diego Maxixcatzin en 1535 en Madrid, otorgando el escudo real a Tlaxcala, documento que también se perdió… pero después fue recatado y hoy está en poder del Grupo Carso en México”.
No vaciló al expresar su buena imagen del gobernador Próspero Cahuantzi: sorprende –explicó- lo que hizo sin más educación que la vida militar y campirana, y pese a haber sido fiel discípulo de Porfirio Díaz. Y lo ejemplificó: “En 1869 se le ocurrió a Próspero Cahuantzi enviar a París, con motivo de la exposición universal, suficientes magueyes para que allá fueran raspados y se produjera pulque y dado así a conocer a europeos y asiáticos asistentes. A quién se le ocurre mandar los magueyes vivos, completos y enteros para que allá produjeran aguamiel… A él se le ocurrió”.
Habló de los presentes y de los que ya se fueron… a quienes endosó gran parte del homenaje que recibía esa alrevesadamente fresca mañana de mayo.
Recordó a su bisabuelo participando en las guerras de Reforma y la intervención francesa, cuyas huellas residen en una espada y en varias medallas que recibió. Luchó contra el porfiriato desde el Partido Liberal. Fue precursor de la revolución mexicana con el “plan rebelde de Tepehitec” que estalló en 1910, planeado en la casa de su bisabuelo, el capitán Manuel Sánchez Ascorra, nombre que lleva también la escuela en Tepehitec. El capitán Manuel habría de morir cuando el “traidor” Huerta, luego de hacer caer a Madero, lo encarcelara, con sus hijos. “lo mandaron fuera y murió por allá en el camino. Cuatro varones de la familia perecieron en la lucha”.
Salta ahora Jaime Sánchez en el tiempo para detenerse en aquella primera exposición impulsada por él en aquellos lejanísimos años 50, exposición basada en algunas de las muchas recuperaciones en campo de restos de objetos prehispánicos y de una colección de cuchillos de pedernal, herencia de su abuelo, cuchillos que “cuando llegué como presidente de la sociedad de antropología e historia para el museo, habían desaparecido, alguien se los embolsó”.
Ubicó a Joaquín Cisneros Molina como su principal apoyo para la creación de su proyecto de museo escolar. Cisneros le llevó ante el gobernador Rafael Ávila Bretón, quien le autorizaría la recolección de los diversos objetos históricos “abandonados por el olvido y la poca importancia de dependencias oficiales, que seguramente fueron parte del museo creado por Próspero Cahuantzi y desaparecido en la revolución, de cuyas piezas muy poco se ha podido recuperar, como el Chac Mol que está hoy en el Museo Regional”.
Este episodio fue ampliado por su presentador Armando Díaz de la Mora, quien añadió que aquel embrionario museo se instaló en la esquina sureste de la escuela, que después sería la sala de exposiciones del entonces Instituto Tlaxcalteca de la Cultura, hoy Palacio de Cultura. Fue reconocido como museo el 25 de enero de 1950 por el entonces director de monumentos del INAH, Eduardo Noguera, en oficio dirigido al gobernador Ávila y a Jaime Sánchez, quien asumiría la dirección del naciente museo.
Más datos, más pasajes, más trazos de historia que deja salir Jaime Sánchez: En 1979 la directora del Centro INAH Puebla prohibió el acceso a las instalaciones del ex convento de San Francisco, a los miembros de la asociación tlaxcalteca, lo que –aseguró- motivó una enérgica protesta apoyada por el entonces gobernador Emilio Sánchez Piedras. El resultado fue la creación en Tlaxcala de la delegación del INAH, autónoma y desvinculada de Puebla, “lo que nos dio mucho gusto”.
Resalta aquí la gran participación en la creación del Museo Regional de Yolanda Ramos Galicia, así como en el nacimiento del Museo y Casa de Artesanías.
Autor del libro “Historia sucinta de Tlaxcala”, Jaime Sánchez reclama la generalizada visión actual en las nuevas generaciones, en cuanto a circunscribir la cultura tlaxcalteca a las fiestas patronales, a la gastronomía y al carnaval, dejando de lado tantos hechos históricos.
Finalmente fijó como pendiente la reconstrucción amplia y profunda de la historia de Tlaxcala, cubriendo muchas de esas lagunas existentes en la relatoría de nuestro devenir histórico.
Armando Díaz de la Mora fue el encargado de trazar el marco biográfico del historiador, como él mismo. Resaltó en primer término su conocimiento y dicción del náhuatl. “Pocos en Tlaxcala como él”.
Y en ese enhebrar relatos que delinean la historia de vida del homenajeado, De la Mora habló de la primera ocasión, en 1974, que salió de Tlaxcala la danza tradicional local Xochipitzahua, “no con una compañía, sino con un grupo de vecinos que lo bailaban en las fiestas de su pueblo”, a quienes Jaime Sánchez llevó a Los Pinos, lo que a su vez provoca que María Esther Zuno, esposa del presidente Luis Echeverría, venga a Tlaxcala, específicamente a Tlalcuapan, para conocer el lugar y sus tradiciones.
Jaime Sánchez trabajó en Luz y Fuerza, fue instructor en la zona militar, es técnico de operaciones aeronáuticas, fue jefe de operaciones en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y desempeñó otros cargos en diversas instituciones. Fue el primer jefe administrativo del IMSS en Tlaxcala y uno de los principales impulsores de la creación del Museo Regional de Tlaxcala, entre ellas.
Es miembro, desde 1976, de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística y desde 1986 de la Sociedad de Geografía e Historia del Estado de Tlaxcala, de la que dos veces fue presidente.
Y en un video proyectado como inicio de la ceremonia de homenaje, Jaime Sánchez soltó un dardo: Si nosotros no conocemos la historia de nuestro pueblo, pequeño, pero muy grande en espíritu, quiere decir que nuestra identidad anda por los suelos. La historia es la piedra angular de cualquier identidad.
Confiesa en la imagen su mayor angustia: la existencia de varias versiones de la historia de Tlaxcala y no hay un estudio a fondo, se han olvidado de varias etapas históricas en la entidad. Reprochó una generalizada atención hacia la época de la conquista, pero sin observar y reflexionar más detalladamente sobre los sucesos previos y las posteriores consecuencias.
No es fácil acercarnos a una verdad histórica –convoca-, pero si podemos ir actualizándola. Hay “muchas” cosas aun en el “misterio”.