José Luis Puga Sánchez
El erotismo es “el principio y fin de la vida”. Pero también lo que “para unos puede ser motivo de beneplácito, para otros es motivo de sanción. El sexo es gozo y es pecado. Es lo más sublime y lo más aberrante… Todo está impregnado de sexualidad”, en su multiplicidad de formas.
Así definió el multiinstrumentista Alejandro Ipatzi la sexualidad y el erotismo, durante la presentación de su libro ‘Un doloroso deseo’, sucedida en abril 23 en un muy pequeño salón de la galería Templo Rojo, en el mero corazón de la república de Tlaxcala.
Pese a conductores metódicos, científicos, demasiado cautelosos, o temerosos, Alejandro Ipatzi fue capaz de presentar airosamente su “doloroso deseo” y guiar un tour de force por la sexualidad humana.
Closets oscuros, heterosexualidad, pedofilia y otros platillos son el caldo de cultivo de sus cuentos, construidos en diferentes momentos y etapas de su vida, dejados en reposo y retomados ahora para ser lanzados a la sociedad en un volumen que dijo haber vestido de divertimento, “sin buscar incomodar”, que pretenden mostrar el erotismo desde diferentes facetas; juguetonamente, triste por su contexto social, violento en estilo noir “de novela negra”. Lo que el autor buscó fue mostrar una colección de relatos eróticos con elementos sexuales.
“Apelo –suplica- a que quien lo lea se la pase bien, sin ascos, sin ese profundo odio que últimamente va saliendo a flote mientras más se suavizan las generaciones”.
Interrogado sobre la preeminencia de la voz narrativa masculina en sus cuentos, Ipatzi lo acepta, pero aclara que hay dos relatos con voz femenina, uno desde la voz de una supuesta trabajadora profesional del sexo. “No digo que lo haya equilibrado, pero intenté también meterme en una voz femenina”. Pretendo –asegura- ser lo más humano posible, porque tal como se han radicalizado las posturas en la actualidad, “me habría sentido hipócrita si me pusiera a hablar con otra voz, abiertamente femenina, y dando un discurso moralista”.
Inmerso en la filosofía de la sexualidad, el escritor afirma que se trata de un elemento que nos proporciona placer, tranquilidad, que complementamos con la parte espiritual que es el amor, la idea de estar con una sola persona el resto de nuestra existencia. “Creo que todos tenemos un anhelo similar”.
Sin embargo, observando el desarrollo de otras situaciones, siente su derecho de meter “un poquito de opinión” en voces de algunos de sus personajes… Y Alejandro Ipatzi lo hace, traslada su voz a personajes… como todos los otros escritores en el mundo, abierta o veladamente, consciente o inconscientemente. “En la cabeza humana pueden convivir sin problema todo tipo de fantasías, de emociones y de sensaciones”.
Y sustenta las columnas de su discurso: el erotismo y el sexo han sido de los más grandes tabús en la historia. En la familia y en la escuela –añade- siempre fueron cubiertos por una pesada lona de oscuridad, de miedo, de silencio, de cuyo abordamiento “puede salir un libro o un crimen sexual”. Personajes en diferentes etapas históricas –continúa- han tocado el tema de diferentes maneras, ejemplo de ello fue el Marqués de Sade, que reflejaba en sus escritos las andanzas de los nobles de su época, los más pervertidos de su tiempo, después de los clérigos, que aún lo son actualmente, pues todos sabemos del escándalo de la iglesia católica con sus curas pedófilos.
¿La literatura pornográfica, más que erótica, puede funcionar como catalizador en la liberación hormonal?, interrogó uno de los presentadores-preguntadores a Ipatzi:
Todas las experiencias humanas –contestó- deben ser complementarias a otras. Nuestro problema como individuos es que solamente tomamos una pequeña parte y la significamos como si fuera el “TODO”. Trabajo con adolescentes y sé del riesgo que implica que esté a su alcance en el celular una enorme cantidad de páginas porno sin ningún tipo de restricción, con sus exageraciones, que ahora los “chavos”, sin ningún tipo de equilibrio, acabarán pensando que así es.
Yael Solano y Jorge Cabrera, los acompañantes y preguntadores, no pudieron o no quisieron apartarse de las formas académicas, rígidas, de observación, lo que marcó una distancia con el tono desenfadado y suelto con que el autor trató de abordar su libro y un tema tabú en la historia de la humanidad, lo que ha impedido su cabal comprensión y disfrute.
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