José Luis Puga Sánchez
Es hasta muy recientes fechas que los estudios, las investigaciones y las creencias populares coincidían en atribuir a la naturaleza, la responsabilidad de la crisis y las catástrofes ambientales que asolan el planeta cada vez con mayor recurrencia. Esa es una fuerza que la naturaleza no tiene. Las causas de la problemática ambiental en aumento, ahora se sabe y se asume, es responsabilidad directa de la actividad humana.
Al hablar del suelo como elemento principal en la conservación propia y de los elementos del patrimonio (bio) cultural en Tlaxcala, en el marco del coloquio Historia y patrimonio en Tlaxcala efectuado por la licenciatura en historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Tlaxcala, la docente y activista Verónica González Sartillo afirmó que muchos de los hábitos, creencias, mitos, incluso hábitos alimenticios, tienen que ver con el concepto de patrimonio. Y hablar de ello conecta también con una seria de problemáticas ambientales, en realidad socio-ambientales que nos han llevado a la actual situación.
La herbolaria, las plantas medicinales, las plantas comestibles –restregó- se sustentan en el suelo. Reconocer esos ciclos implica el reconocimiento del conocimiento tradicional de los pueblos indígenas, advirtió.
“Desde 1972 hablar de la crisis ambiental y las catástrofes ambientales era atribuir a la naturaleza una fuerza que no tiene. Las investigaciones llevaron a aceptar que la problemática ambiental es la que nosotros hemos ocasionado. Esas investigaciones revelaron que los asentamientos de pueblos indígenas son los que presentan mayor conservación, los que menores índices de degradación presentan”.
La crisis ambiental y el trastorno de los ecosistemas tienen grave y honda repercusión en los grupos sociales, ya que esos cambios ecológicos provocan la migración o el adelgazamiento o la desaparición de pueblos indígenas, lo que, en consecuencia, ocasiona la pérdida de una lengua, de la diversidad biológica y de los aspectos culturales, por tanto, de los conocimientos tradicionales… “que ahora empezamos a vislumbrar”.
Verónica Gutiérrez habló de un estudio presentado el año pasado que revela la pérdida, en el estado de Tlaxcala, de más del 70 por ciento de su superficie forestal de 2015 a la fecha, aunque esta investigación se concentra prioritariamente en ciertas áreas como la Malintzi o la sierra de Tlaxco. Hay una importante sección de suelos volcánicos, duros, poco porosos, nada permeables para la filtración del recurso hídrico: es decir, los tepetates.
Acentuó la urgente necesidad de continuar las investigaciones sobre los cambios que registran los diferentes suelos tlaxcaltecas.
“Si consideramos que el 50 por ciento de los suelos tlaxcaltecas son tepetate, además de que se ha estado reduciendo la cubierta vegetal y la masa forestal, ¿Cuánto suelo tenemos disponible ahora para la agricultura?”, sobre todo ante la densa problemática ambiental. “Imagínense cuánto estamos perdiendo sobre conocimiento tradicional y biodiversidad”, provocó.
Luego, mostró una imagen de extracción de suelo en las tierras ejidales de la colonia Morelos, en Apizaco, muy cerca del relleno sanitario de Tetla. “Todavía no terminaba (ella) la universidad cuando empezamos a ver qué estaban haciendo con esa tierra (…). Íbamos atrás del carro para ver a dónde se la estaban llevando… y la llevaban a Ciudad Industrial Xicoténcatl, a dónde hacen pisos, cerámica. Sin saberlo, podemos tener un piso que proviene de esas tierras, un suelo que todavía servía para la agricultura”.
A esa extracción Sartillo añadió la expansión de los núcleos poblacionales.
Los suelos tepetatosos asegura que, pese a su inutilidad para la agricultura, se usan todavía en la recuperación del “folclor”, las artesanías, el barro de “nuestros utensilios”, como las cocinas “ahorradoras de leña” que requieren “ladrillos” construidos con ese tipo de barro; adobe para casas habitación, cuyo costo –señaló- se habría elevado por la disminución en la disponibilidad del material, tipo de habitación que “antes era un poco despreciada porque de acuerdo a la visión de ese momento, eran casas de campesinos, de bajos recursos, pero ahora con esa mirada hacia el conocimiento que tenían los campesinos, ese tipo de viviendas se está revalorando”. Los bancos para este tipo de material, advirtió, ya no son tan comunes en Tlaxcala.
Sin embargo, la investigadora resaltó que en esas microcuencas subsiste todavía flora con valor comestible y medicinal, aún utilizadas por pobladores de las zonas estudiadas en Atlangatepec y Altzayanca, en tanto que algunas variedades de plantas ya se han perdido.