Lun. May 20th, 2024

José Luis Puga Sánchez

Desarrollar un pensamiento crítico sobre el consumo de los dispositivos tecnológicos, su tiempo de vida útil y el impacto social y ambiental que causan con su acumulación, es el objetivo adherido a la exposición ‘La venganza de la basura’, montada por La colmena en el Palacio de Cultura.

La muestra, desarrollada por César Flores Andonegui, se compone por piezas cinéticas, sonoras y muestras audiovisuales que buscan cambiar las lógicas de obsolescencia programada y obsolescencia percibida, por una de reciclaje, generando autonomía creativa a partir de la generación de productos elaborados con desechos tecnológicos. Las piezas de la muestra proponen ejercicios lúdicos de resignificación de desechos tecnológicos a través de la generación de experiencias, conocimientos y habilidades alrededor del tema.

César Flores precisó que “las piezas están vivas en la medida en que son vistas y se interactúa con ellas. Se busca, en esencia, la reflexión, cambiar la forma en que vemos las cosas, tratar de reinterpretarlas y apropiarnos de nuestra propia realidad. Que hagamos una auto revisión y tengamos más independencia, más soberanía sobre nuestro actuar. Los objetos de alguna manera nos gobiernan si lo permitimos”.

Se trata –puntualizó- de tener una perspectiva crítica, reflexiva y creativa de la tecnología.

Y la exposición alberga una lavadora de aguas residuales, desarrollada por el colectivo local Contenedor de Arte Portátil, la cual emula los sonidos de las fábricas contaminantes y está conformada por una lavadora reciclada, bocinas, una hélice de ventilador, una cámara de video y la tina de una lavadora en desuso que contiene distintas muestras del agua contaminada del río Zahuapan tratadas de acuerdo con las medidas sanitarias y de precaución para su manipulación remota; generando una crítica y reflexión sobre la contaminación del río y su repercusión en la salud de la población tlaxcalteca.

Pero hay piezas con valor íntimo, personal, como aquella, llamada ‘Ladrón de esencias’, que simula un aparato para proporcionar sangre, oxígeno y/o suero a un enfermo, pieza confeccionada con ampolletas vacías y mangueras para el suero, una de ellas fue usada verdaderamente por un familiar de la autora diez años atrás en su lecho de muerte. La pieza es “una metáfora a la respiración y a la prevalencia de la vida, valioso más aun con la pandemia”.

‘Sistemas’ es otra pieza, hecha por el colectivo Capicúa, que consiste en un cuerpo humano pero visto bajo la piel, con mirada médica, como aquellos para los estudiantes de anatomía, cuyos órganos fueron simulados con una infinidad de desechos como chips como cerebro, ventiladores como pulmones, juguetes como corazón y otras “basuras” como un cenital.

Antonio Salinas hace actualmente un muestreo de sonidos residuales en diferentes regiones del país, los audios capturados los reproduce paralelamente en monitores en serie y la percepción general es que se trata de espacios vacíos, perdidos, pero hay mínimos sonidos que circulan en el ambiente.

Exiliados es un colectivo que en su pieza buscó “trabajar con la obsolescencia”, sobre todo en telefonía y dispositivos móviles, sobre la tecnología 2G, que en el país es la más estable y usada para comunicaciones en catástrofes. La pieza, compuesta de varios teléfonos celulares interconectados, está habilitada para recibir llamadas y contestar.

Otra pieza expuesta genera un audio al contacto distorsionado. Su poética es la de un mundo post especie humana. Sobre vive un software y un hardware que todavía habla de nuestra época, pero es solo un mero recuerdo de la época en la que existimos. Es un rastro virtual de nuestra existencia.

Las restantes piezas incluidas ‘La venganza de la basura’ son igualmente imaginativas y aluden a alguna faceta humana, siempre con una mirada analítica y angustiada.

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