Piedra de Toque / exposición
Inge Prader es una fotógrafa austriaca especializada en el retrato. Entre sus trabajos destaca el particular y extraordinario trabajo que ha realizado en torno a la figura del pintor Gustav Klimt y su obra de la etapa dorada.
Inge Prader ha escogido piezas de tan famosas de Klimt, como Danae, La muerte y la vida o el Friso de Beethoven y las ha recreado, con modelos reales, a través de fotografía.
El resultado, un trabajo espectacular visualmente, a través de imágenes estimulantes, excepcionalmente bien recreadas y llenas de energía.
Inge Prader reinterpretó con su fotografía, a Gustav Klimt, para una campaña para la lucha contra el sida organizada por el ayuntamiento de Viena.
Sensuales y repletas de simbología, las figuras femeninas reflejan muy bien, tanto la erótica del pintor austriaco, como la estética dorada, gracias a los accesorios perfectamente elaborados, o los ornamentados trajes que se contraponen a un fondo de mosaico muy detallado.
Las obras de Inge Prader capturan todo el simbolismo del Art Nouveau y los tonos dorados originales de Klimt.
El periodo de oro de Klimt es la etapa comprendida entre 1902 y 1903. Esta etapa dio lugar a un Klimt más creativo y prolífico, que, ya desde 1899 había descubierto su estilo definitivo, pasando a una obra más provocadora y abiertamente sensual.
Mujeres hechizadoras e irresistibles, ideales de femme fatale, pero con alma de seres míticos ligados al placer y al exceso. Los hombres quedan siempre en un plano secundario, sometidos a ellas.
En 1903, Klimt viajó a las ciudades de Venecia, Rávena y Florencia. Le fascinaron los mosaicos de arte bizantino e integró el color dorado, el papel de oro y pan de oro en su trabajo.
Y a partir de estos dos recursos, la mujer y el color dorado, con la sexualidad femenina de fondo, Inge Prader nos traslada a recreaciones llenas de erotismo, donde el cuerpo masculino también adquiere cierta importancia.
El oro, presente en todas sus fotografías como en la obra de Klimt, representa la seducción y la sensualidad, dando a los objetos que toca una dimensión divina, inmortal y sagrada.
La reinterpretación fotográfica, de los cuadros, es tan cuidada que vemos modelos vestidos y maquillados como si de la pintura se trataran.
La puesta en escena inmortaliza la obra de Klimt, cuidando al máximo el más mínimo detalle: los ornamentos, las poses, la colocación de los personajes.
La obra de Inge Prader es fascinante por la atención al aspecto decorativo, a las figuras femeninas desnudas, a los trajes antiguos de soldados y a los mosaicos colocados en el fondo de la cada imagen.
Inge Prader consigue que la obra de Klimt abandone las dos dimensiones, para reproducir la belleza de su obra, de forma tridimensional a través de personajes reales, gracias a la fotografía.