José Luis Puga Sánchez
La poesía trágica es un acto de recuperación de una totalidad negada, que, polimórfica, dinámica, pero, sobre todo, humana, nos dice lo que somos y compartimos, lo que nos iguala y nos distingue. Tal vez es aquí donde la palabra y nuestras plumas se unen para pensarnos poéticamente como lo hace el poeta José Pérez Márquez; decir lo que somos, lo que hemos sido, lo que esperamos ser y poner en tela de juicio nuestro presente.
José Pérez Márquez presentó en el Museo Miguel N. Lira su más reciente libro, ‘Fragmentos de mi vida’, y estuvo acompañado por la también poeta Deyanira Mendieta Xelhuantzi y por el filósofo José Antonio Mateos Castro, responsable este último de la introducción de este texto.
La vida se desenvuelve –prosigue Mateos- entre la historia universal que cargamos y la historia propia. “Afirma el poeta: tengo una carga fuerte del pasado. Tengo en mis hombros toda la historia pasada. A veces es como un cuchillo que me corta, que abre la piel y sangro”. Así, percibe que la poesía se mueve entre la luz y las tinieblas, entre el ascenso y el descenso.
El poemario de José Pérez, dice José Antonio, nos lleva a navegar entre las imágenes del día y de la noche, lo masculino y lo femenino, el sol y la luna, la vida y la muerte, el sueño y la vigilia, el dolor y la esperanza, entre la infancia y la juventud, entre los espacios públicos y los más íntimos.
“La escritura como memoria mantiene vivos a nuestros cuerpos, rostros y nuestras voces, pero también a las injusticias de la sociedad contemporánea, al no reconocimiento. Si las acciones humanas son algo que nos golpea, asirlas esa tarea entonces de la poesía y también de la filosofía”, recalca.
José Pérez Márquez -culmina Mateos- busca algo en las áridas redes de la realidad. Habla, pregunta, es inquietud que da existencia a los hombres, a los mortales. Es poesía que cuestiona y duda, que reta y se relaciona con el sentido de la vida y de la muerte y sobre el papel que jugamos en ello. Son metáforas que intentan desentrañas la condición humana toda.
Lo primer que hace Deyanira Mendieta es fijar la posición de un escritor frente a su oficio y frente a los públicos, las editoriales y los dineros. Y de todo ello sentencia que: el escritor se debe a la disciplina de escribir, con consciencia y dedicación, con juicio y disponibilidad a la corrección (a la talacha de la edición), lo que le resulta pertinente y necesario para generar un diálogo con el otro, un diálogo que provoque la reflexión.
Califica a José como “un gran observador que se toma el tiempo para traducir y compartir todo lo que le entra por la mirada y codificarlo en el lenguaje de la literatura.
Resalta también la capacidad cuestionadora del poeta sobre lo que se ve, quién se es o para qué se vive. “La pregunta para José es fundamental para establecer su narración”.
Pérez Márquez describe –dice-, desde un lenguaje cálido y amable, el entorno que se observa a detalle y a partir de la relación del ser con el mundo, preguntar el motivo del encuentro, la posibilidad de la repetición y, sobre todo, el significado de por qué sucede lo que sucede.
En los más de 40 breves textos que componen ‘Fragmentos de mi vida’, José Pérez Márquez –asienta Deyanira- establece los principios de su humanidad, de los significados complejos que construye a partir de la consolidación de su pensamiento. “Se describe y construye como un hombre que se pregunta sobre el significado de la libertad, del cuerpo como territorio que se construye desde lo individual y la socialidad, la mente y el intelecto como un arma que reflexiona, duda, cuestiona sobre la realidad aparente –porque la realidad no es la misma para todos-, sobre todo, un arma para el ser, no contra el ser”.
Y antes que nada el poeta, en su intervención, sin relegar la presencia de un pequeño y animoso grupo de estudiantes de preparatoria, recriminó la ausencia de la “comunidad cultural” en la presentación de su libro, presentación que ha tenido lugar ya en tres ocasiones en distinto lugar, pero siempre sin presencia de otros escritores. “No sé cómo somos nosotros los tlaxcaltecas. No digo que me vengan a ver a mí, sino a la literatura. La poesía no es de nadie, es de todos, dijo apenas un amigo”.
Y del libro, su libro, dijo que contiene “cosas profundas y reveladoras que se tienen que decir” … Y no dijo más.
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