Lun. May 20th, 2024

José Luis Puga Sánchez

Pese a su enorme legado, pese a su realización como artista, pese al reconocimiento unánime hoy a su trabajo, pese a su trascendencia, Desiderio Hernández Xochitiotzin murió frustrado y triste, muy triste, pues no hubo un sucesor que culminara su proyecto y no recibió el apoyo oficial necesario. El lamento es de Topiltzin Xochitiotzin Ortega, el octavo de sus diez hijos.

Autocalificado como el hijo “bastón”, pues en los difíciles años de ancianidad y enfermedad se transformó en el soporte físico y, después de su madre, espiritual del pintor, Topiltzin recuerda a la suya como “una familia muy unida. El maestro tenía una causa: trabajó para su Tlaxcala todo el tiempo. Nunca se preocupó por los derechos de autor. No trabajó para un político o para un partido político. Trabajó para su pueblo”.

En tu memoria habita un Xochitiotzin siempre trabajando o leyendo, pues –asegura- todos sus temas llevados al lienzo o a la pared estaban sustentados en una investigación y en una bibliografía… Y la familia toda alrededor de eso. “La madre, Lilia, procurando el ambiente ideal para que el maestro se realizara como creador, que hiciera su labor, que trabajara, que leyera, que investigara, que pintara”.

Elegido por el resto de sus hermanos para representarlos en esta entrevista solicitada a la familia por Piedra de Toque, Topiltzin asegura que fuera de la Fundación Desiderio Hernández Xochitiotzin, el resto de la familia ha sido marginada de la escena pública. Semi invisibilizado, como sus otros siete hermanos, pues pareciera que la representación de la familia recae solo en Citlalli, presidenta de la fundación, a la que solo respalda la hermana Xóchitl, Topiltzin tiene la película grabada en la mente: Xochitiotzin visitado por mucha gente para pedirle su apoyo y él no lo negaba, los guiaba en sus investigaciones. “Si te dijera la de tesis de licenciatura, de maestría y de doctorado que él asesoraba… fueron muchas. Y nosotros alrededor de ello. Tengo la imagen del maestro en su rinconcito de pintura, frente a su caballete, pintando, ya sea por encargo o porque lo tenía que hacer. Él no creía en la inspiración, eso para él no existía, esa es una idea del romanticismo. Él creía en el trabajo, la disciplina, la investigación…”.

EL TRABAJO Y LA LEYENDA

La niñez de Topiltzin corrió casi sin ver al padre, pero “no es un resentimiento freudiano, que diga que fue un padre ausente. No. Desde muy chico entendí su labor: librar a Tlaxcala del mito de la leyenda negra. Él procuraba guiarnos con su manera de ser, pero también entendí cómo fue su padre, nuestro abuelo Don Alejandro de la Cruz, también entendí por qué no se hacía presente, pero él siempre quería respetarnos como individuos y en nuestro desarrollo”.

Y aquí resalta sobre manera la labor de su madre, Lilia Ortega, pues construía una burbuja alrededor del pintor para crearle el ambiente propicio, alejarlo de las tentaciones e inquietudes del mundo y pudiera flotar en su trabajo.

A partir de los años 92 y 93, ya avanzados en edad, sus padres requirieron cada vez más, y más, y más de Topiltzin. Así conoció a su padre… y al mural. “En épocas de Álvarez Lima me tocaba ir por él al andamio alrededor de las 7 y media de la noche. Subía para ayudarle a guardar sus cosas y cortaba la parte del mural, del fresco que no se había utilizado porque no se había pintado; se cortaba para que no se secara. Le ayudaba a barrer las tablas el andamio y luego regresábamos a la casa. Fue en esos momentos cuando yo encontré a mi papá y entendí lo que ya había entendido desde muy chico: un ser humano que vino a esta vida, que vino a Tlaxcala con una misión. Los murales de palacio de gobierno son su obra más importante, pero no es la única. Es una obra para todos, para todo Tlaxcala”.

Entorna los ojos para intentar atisbar en la historia, en el mito. Traza en su imaginación una hipotética reunión de murales donde confluyen los murales de palacio de gobierno, los del seminario de la Y Griega y los de Reynosa, Tamaulipas. “Todos, como toda la obra mural que pudo haber hecho, cumplen una función ‘casi milenaria’: el mural es algo que se vio aquí cuando ni siquiera existía México. Los tlacuilos, los pintores, eran una clase social especial porque ellos pintaban las pirámides o los teocalis, y el arte era para todos, no como en Europa donde el arte era para los poderosos, los reyes, los duques. El arte era para todos y en su carácter didáctico, para enseñar algo”.

Se sumerge aún más en ese viaje imaginario para recalar en Cacaxtla, donde “tenemos la narrativa de este pueblo, que no era ni Tlaxcala, ni Tlaxcallan, eran anteriores. Y ahí podemos ver como esos tlacuilos eran los voceros de su tiempo. Ellos retrataron instantes con su pincel y con sus pinturas… y quedaron para siempre”.

Y regresa al mito: Esa labor el maestro Xochitiotzin la heredó, ¿de dónde?, no lo sabemos, porque él ni siquiera aprendió a dibujar, él ya sabía dibujar. A mí me tocó apreciar ese padre, que yo no veía precisamente como un padre, pues desde adolescente decía que no tengo un papá por culpa de mi mamá, tengo un monumentote de señor.

LA SEQUÍA

Por 19 años Desiderio Hernández Xochitiotzin tuvo que refugiarse en el confinamiento, sumergido en las catacumbas de su frustración, pues el interés gubernamental le había sido retirado y su trabajo muralístico estaba engrillado. “A pesar de haber hecho tanto, el maestro se fue inconcluso y muy triste”.

Durante el periodo comprendido entre 1969 a 1982, cuando habían pasado “gobernadores infames (Luciano Huerta y Emilio Sánchez Piedras, así como los interinatos de Anselmo Cervantes y de Crisanto Cuéllar) que en nada apoyaron al maestro”, se suspendió la construcción del mural en palacio de gobierno.

EL RETORNO DEL BRUJO

Es hasta la asunción de Tulio Hernández Gómez a la gubernatura de Tlaxcala, después de 19 años de inmovilidad, cuando, gracias al renacido apoyo institucional, Xochitiotzin puede retomar sus investigaciones para continuar el mural.

“Estaba yo muy chico cuando lo escuchaba hablar con mi mamá, en el reinicio de sus investigaciones, y escuchaba como le comentaba sus inquietudes, sus preocupaciones. ¡La pareja ideal! Le comentaba que tenía que hablar lo que seguía después del momento de la conquista y la caída de Tenochtitlán, que es la última parte. Iba a hablar sobre el siglo XVI, un siglo importantísimo para Tlaxcala, para España y para el mundo”.

Ubica Topiltzin el sexenio de Tulio Hernández como un periodo intenso de investigación, de visitas a bibliotecas, a archivos, a España, al norte de México, porque en esa parte del mural habla de las 400 familias tlaxcaltecas, “por eso tuvo una etapa muy intensa de viajes a Bustamante, Nuevo León, a Coahuila, para pisar la tierra que pisaron los tlaxcaltecas, que colonizaron. Llegó incluso a Santa Fe, Nuevo México, que tiene una iglesia con un techo de mudéjar hecho por nativos tlaxcaltecas, muy parecido al de San Francisco, en Tlaxcala”.

El pincel vuelve a sus manos a la par que Beatriz Paredes se sienta en la silla gubernamental. Puede entonces Desiderio Hernández ser visto en lo alto de su andamio en palacio de gobierno, proceso que continúa durante la administración de Álvarez Lima, centrado ya en la última parte de su mural, “donde a Tlaxcala se le cae todo ese reconocimiento que había logrado con los Habsburgo en el siglo XVI, continúa con la independencia y culmina con la última parte de los murales”.

Con Alfonso Sánchez Anaya como gobernador el maestro acabó de escribir sus explicaciones, situadas en la parte inferior del mural, y “testaba la última parte, que es enfrente de donde están los españoles, donde hay un triángulo en las escaleras inconcluso, que fue parte del drama de la última parte de su vida, pues don Desiderio, en su afán de investigador, pues fue un autodidacta. Las mejores mentes son las autodidactas, pues no tiene que estudiar por obligación o por tener un título. Investigan y aprende como necesidad individual…”, festina Topiltzin.

HISTORIA Y TRAZO

En las postrimerías de su trabajo y de su vida, Xochitiotzin buscó obstinadamente el andamiaje histórico y teórico necesario para apuntalar sus trazos en el muro. No quería dejar nada a la imaginación. Por ello viajó hasta el centro mismo de la historia y de su relato artístico.

… En esa última parte del mural –prosigue el hijo su reconstrucción histórica-, en ese triángulo, iría el momento en que Cristóbal Colón recibía las encomiendas de los reyes católicos, para el descubrimiento de la nueva ruta hacia La India, pues por el lado de Europa y Asia no podían pasar porque estaba dominado por el imperio Otomano. Esas encomiendas Cristóbal Colón las recibió en el campamento de Santa Fe, campamento desde el cual estaban lanzando los últimos ataques a Granada para expulsar a los musulmanes….

En su misión de investigar todo lo relativo a esa última parte del mural, Xochitiotzin, su esposa y su hijo realizan varios viajes, uno de ellos justamente a Santa Fe, Granada, “ahora un pueblito. Llegamos y el maestro empezó a hablar… Las gentes de ese pueblo muy chiquito, puros viejos, porque los jóvenes se van a las ciudades… El maestro les dio una conferencia sobre lo que había pasado en ese pueblito, que fue el campamento de los reyes católicos y por qué se llama Santa Fe… Lo sabían los lugareños, pero les sorprendía ver a un extranjero, a un mexicano, investigar sobre su historia”.

Topiltzin se detiene en un episodio que le interesa ahondar: Los reyes católicos tenían un lema: “tanto monta” y Xochitiotzin desconocía su significado. “Un amigo, Emiliano Moreno, entonces presidente del Colegio Mayor Hispanoamericano de Guadalupe en Madrid, colegio que recibe a muchos becados latinoamericanos, entre ellos el propio Xochitiotzin en ese momento, le aclara el significado: Era el lema de los reyes católicos, pero era el lema o la manera en que Alejandro Magno resuelve el nudo gordiano, aquel nudo que nadie había podido resolver y quien lo resolviera sería el gran conquistador del mundo. Alejandro Magno examina el nudo y dice: ‘tanto monta, tanto da cortar que desatar’ y lo corta con su espada. Así resuelve ese nudo”.

Pues ahí mismo, en un hotel de turismo rural en Santa Fe, en Granada, imbuido de aquella atmósfera de siglos, con su esposa y su hijo al lado, Desiderio Hernández Xochitiotzin dibujaría el proyecto de la última parte del mural.

BASURITA EN EL CORAZÓN

El episodio deja honda huella en la sensibilidad del muralista, pero también mella aún más su deteriorado estado de salud. La edad empezaba a cubrir su sol.

“Regresamos (de Santa Fe, Granada). Tenía alrededor de 81 años de edad y todavía no estaba tan enfermo. Cuando llegamos ya estaba acabando el gobierno de Sánchez Anaya. Llega el cambio de gobierno que no le favoreció tanto. El siguiente gobierno (el de Héctor Ortiz) no entendió al maestro, aunque de alguna manera lo ayudaron, pero ahí ya no se pudo combinar la última parte de su mural. Hubo muchos desencuentros también. No estoy señalando a nadie, eso forma parte del pasado, pero forma parte de la historia. No estoy condenando a nadie. Las cosas como fueron porque yo fui testigo de que el maestro murió triste, porque pedía que alguien terminara su mural si él ya no podía”.

Cuahutlatohuac, otro de los hijos, quien “heredó” y aprendió la técnica del fresco en el mural, a petición de su padre hizo un bastidor con las medidas exactas de esa parte del muro y “aquí lo vamos a hacer”, le habría advertido Desiderio. “Pero –suspira Topiltzin- no alcanzaron muchas cosas, no alcanzó la vida, ya no alcanzó nada. Empezó a empeorar en su situación de no poder acabar y murió triste por eso. Queda, sin embargo, la basurita en el corazón: si le hubieran entendido… Si, el maestro se iba a morir, sí, pero hubiera visto su obra terminada”.

LA HERENCIA

Lo primero que subraya Topiltzin es la necesidad de “tirar los mitos que rondan por ahí. Él no deja herederos. Personalmente, como hijo no me siento heredero de nada, primero porque el maestro tuvo una misión histórica con su pueblo, con Tlaxcala. Su arte, todo lo que salía de sus manos, era para su pueblo”.

Nace en 1922 en Tlacatecpac, Contla, donde “llega la abuela a parirlo y a los 40 días regresan a Puebla, donde vivían, pero vive con toda esa melancolía de la tierra. Él entendió su misión. Le tocó vivir como muchos tlaxcaltecas de entonces, salían de Tlaxcala y, quienes tenían nombres o apellidos en náhuatl, se los quitaban, se ponían otros nombres para poder ir a comerciar, porque si se hablaba de tlaxcaltecas se hablaba de traidores”.

Y contextualiza las diferentes etapas de la vida de su padre, del artista, del tlacuilo: su niñez transcurrió en circunstancias harto difíciles por la incertidumbre de la posrevolución y un México “tan pobre, tan carente de instituciones que garantizaran la educación, que garantizaran la salud y todos esos servicios… y con la melancolía de su Tlaxcala”.

Topiltzin asegura no sentirse heredero, “porque si acaso hubo una heredera era mi mamá, porque ella fue su primera admiradora, porque ella fue la primera en creer en él como artista, quien siempre lo apoyó en todo momento, sobre todo en las derrotas”.

“Todos los hijos apoyamos, excepto ya sabes quién, a mi mamá que promovió un juicio de intestado en el que nosotros, el resto de los ocho hijos, excepto ya sabes quién, repudiamos ese intestado y todo queda a nombre de mi mamá. Obvio, el acta, aunque se le notificó a ya sabes quién, nunca se presentó a firmarla”.

– ¿Por qué no das el nombre?

– No quiero, no es digno de mención por todo lo que hizo sufrir a mi mamá también con esa ambición de su fundación.

“Y todo funcionó así. No había ni cuentas multimillonarias en Suiza, ni mucho menos. La riqueza del maestro es su obra, su visión, todo lo que hizo por Tlaxcala, sin buscar un puesto político, ser senador ni nada de eso. Incluso alguna vez le ofrecieron ser senador y el ex gobernador Álvarez Lima no me va a dejar mentir: le ofreció la senaduría. Entonces yo iba con él a todos lados. ‘Maestro -le dijo-, tú vas a ser senador; hacemos la campaña y todo va a salir bien’ … Mi papá le dijo que no, que él no era político, que se debía a su pueblo y tenía que acabar su mural”.

En esa situación –prosiguió- fueron casi ocho años de viudez de mi mamá en los que ella dijo: “yo me quiero olvidar de museos; esta es mi casa; me quiero olvidar de tanto problema que me causaron por allá y voy a vivir mis últimos años como yo quiera”. Eso era lo justo.

LA RUPTURA

Vox populi la rasposa relación que entre sí mantienen siete hermanos con Citlalli, pues de los 10 nacidos José Guadalupe ya falleció y Xóchitl apoya a su hermana, Topiltzin es el elegido por ellos para hablar en nombre de los siete: Xicohténcatl, Motenehuatzin, Netzahualcóyotl, Cuahutlatohuac, Topiltzin, Tecayehuatzin y Zicuetzin.

– ¿Por qué Citlalli quiso sacar la obra? ¿Qué pasó ahí?

– No sé, yo tampoco sé qué pasó, porque en algún momento de la historia como familia todo funcionaba bien, éramos hermanos. De repente todo empezó a cambiar y no sé por qué.

– Ahora ella dice que es la heredera de la obra…

Ella dice muchas cosas y va a seguir diciendo muchas cosas. No quiero atacar porque a mí me preocupa ese discurso tan auto reiterativo, es demencial, y no estoy ni ironizando, ni burlándome, es una preocupación. Pero es una cuestión de cada quien.

– ¿Ha habido intentos de acercamiento?

Es que ni siquiera hubo intentos de negociación con nada. Estando en vida mi madre, ella (Citlalli) decía: yo soy la dueña…

– ¿Sustentada en qué?

Lo otro que yo puedo explicar, porque a mí no me toca explicar eso, es un complejo de Edipo no resuelto… y eso también es cuestión de cada quien.

“Pero yo no me veo como heredero, ni el resto de mis hermanos. Menos que no sudamos con el maestro Xochitiotzin, hombro con hombro, como sí sudó mi mamá”.

Su madre era una niña de 14 años cuando vio a don Desiderio pintando en el barrio del artista, en Puebla. “Mi mamá me decía: a mí Desiderio me caía gordo, no me gustaba, pero cuando lo vi pintar… Fue la primera en creer en él y la única que lo acompañó durante toda su vida de casados, 62 años de casados y 65 de conocerse, y fue la primera que se sentó al lado de su féretro para velar a su marido, a su esposo”.

Esa es la situación –y su estado de ánimo pendulaba de la furia a la pesadumbre-. Nosotros, como familia, hemos respetado las iniciativas de esa fundación porque no queremos más pleitos. Fueron muchísimas situaciones terribles y las queremos olvidar. Reconocemos su derecho de trabajar en favor de su padre, pero tampoco vamos a entrar en diálogo con la locura. A la maldad no se le replica, se le deja pasar. La obra del maestro, sin fundación, sin nosotros los hijos, ya atravesó el tiempo. La gente lo va a seguir tendiendo en la memoria. No hay necesidad de que vengamos y: yo soy su heredero y por haber nacido donde nací me tienes que echar incienso y sacarme fotos. Eso no.

EL MURO Y LA OBRA

Observadores desde la penumbra del movimiento que se imprime a la obra de su padre y a las condiciones de su entorno, no ha habido palabra pública suya, de los hermanos, con excepción de Citlalli, que difunda el sentir familiar en su amplia acepción. Topiltzin abre esa ventana, se asoma a la calle y habla para los transeúntes…

– ¿Cómo ven que la obra esté moviéndose un poco aparte de ustedes?

A mí me gusta la situación. Cuando recién entró este gobierno, en septiembre de 2021, organizaron un homenaje al que nosotros no fuimos, pero porque nunca nos invitaron. Creo que por ahí eso lo mal vieron, o no sé qué, siempre han señalado que a nosotros no nos importa el maestro y eso +no es cierto, eso es leyenda negra de alguien más.

En 2022 un sobrino me contacta y me dice que la Secretaría de Cultura quiere hablar con nosotros porque se aproximaba el centenario y bla, bla, bla. Es muy simple: si quieren que asistamos, que nos inviten. No puedes llegar a un lugar donde no te invitan. Aunque sea tu familia, tú no vas a ir a la primera comunión de tus sobrinos si no te invitan.

Bueno… vino el secretario, todo cordialidad, y le dije que no fuimos al primer homenaje porque no nos invitaron. Si tú nos invitas, con todo gusto vamos a ir. En esa plática también se echaron otros palomazos que no se están cumpliendo, como que el secretario habló de que iban a hacer una restauración estructural en palacio de gobierno para restaurar los murales, pero mientras no quiten los baños de la planta alta, la cisterna que está en el segundo patio, donde incluso hay una fuente, y el desagüe pluvial que baja desde el techo, puedes gastarte las cantidades multimillonarias que quieras en restaurar, pero no van a servir de nada.

La primera restauración que se hizo yo la entendí. Con Álvarez Lima vino el famoso error de diciembre y una crisis económica que todos sufrimos, ahí todos los presupuestos se vinieron abajo. Con Sánchez Anaya se quiso hacer una restauración, pero no se logró. Con Mariano González Zarur también quisieron hacer su restauración, pero mientras no quiten, y eso sí lo grito, no estoy atacando al secretario, no es cuestión de partidos, no es cuestión de que yo sea de la 4T, yo no soy ni del PR, ni del PAN, ni del PRD… no me importa eso… mientras no quiten esos baños de la segunda planta, mientras no quiten esa cisterna del segundo patio, mientras no resuelvan ese desagüe pluvial que baja del techo, te puedes gastar mil millones de pesos que no van a servir de nada. Se lo dije al secretario y él prometió una restauración estructural… Yo no la veo.

Por ejemplo, el mural en Reynosa, Tamaulipas, estaba en un edificio ya perdido, se iba a destruir, y mi hermano Cuahutlatohuac llegó para rescatarlo todo. Y fue el primero al que sacaron del proyecto de restauración. ¿Por qué? ¿Tú lo sabes…?… ¡yo tampoco!

EL MEJOR HOMENAJE

Sentado en un sofá de su sala, avivada por el canto de las aves presas que testificaban forzadamente la entrevista, Topiltzin dice que “el mejor homenaje que se puede hacer a la obra del maestro… y no se hace diciendo yo soy el dueño, yo soy el heredero, yo, yo, yo… No. El mejor homenaje es preservar la obra mural del maestro. Por ejemplo, las obras de caballete que están exhibiendo allá, nadie lo sabe. Con Tulio Hernández Gómez, porque don Tulio Hernández Gómez y don Desiderio Hernández Xochitiotzin sientan las bases para los institutos de cultura que hay ahorita en Tlaxcala; se abre la Pinacoteca y eso fue idea de mi papá que le dio a Tulio. Mi papá se da cuenta que gobierno del estado no tenía nada como acervo cultural, artístico, y le dona casi todos esos cuadros que están ahí, exhibidos; eso fue una donación. ¡Qué más quieres!”.

La mejor manera de homenajear al maestro –insiste- no es hacer eventos donde nos saquemos fotos y digan: ahí están los hijos del maestro, que especiales. No, el mejor homenaje al maestro es preservar su obra. Por ejemplo: los murales del seminario de la Y Griega nadie los pela… ¡que están mejor así!

CASA ABIERTA

Situada justo en la entrada frontal de la capilla abierta del conjunto conventual de San Francisco, patrimonio de la humanidad desde casi dos años atrás, la vieja casa familiar despide olores de tiempo, tiempo que parece detenido desde el 2007, cuando el artista viajó a otro plano.

Algunas pequeñas enfermedades le han aquejado, como el taponamiento de un desagüe que estaba a la misma profundidad del antiguo nivel de la ciudad. “El nivel de la fuente sumida en el parque, ese es el nivel original de la ciudad fundada”, aclara Topiltzin.

Ese taponamiento no pasó a mayores, pero encendió alarmas en la familia sobre la seguridad del estudio-taller de Xochitiotzin y sin invaluable contenido.

Además, “de ese problema nace la inquietud de abrir el estudio-taller del maestro a visitas guiadas. No pasarán cámaras, no será zona de selfies, no podrán pasar más de cinco personas por razones de seguridad… y eso es una empresa familiar. No es para que nos volvamos multimillonarios, es para preservar el legado del maestro”.

¿Y qué hay de Xochitiotzin en ese su espacio?… libros, archivos, apuntes, fotografías, obras… “todo analizado y registrado. Nadie se ha llevado nada. Todo está como él lo dejó. Será una experiencia con un enorme potencial, ya que la gente va a entender que la obra del maestro no es una invención de la imaginación. Don Desiderio fue un artista que siempre en lo que pintó trataba de decir la verdad, no su verdad, la verdad es una sola. Estamos trabajando en eso y mí me gustaría iniciar el proyecto en febrero del año próximo. Un trabajo museográfico no lo podemos meter todavía, pero cuando lleguen a conocerlo, verán que posiblemente no es tan necesario un trabajo museográfico”.

En ese regurgitar de revelaciones, afirma que recién fallecido su padre, una asociación judía de la Universidad Hebrea mostró total interés por adquirir todo lo resguardado en el estudio, “prácticamente le daba a mi mamá un cheque en blanco”, pero su madre rechazó toda propuesta en tal sentido. “A quienes correspondía haberse enriquecido con eso es a ellos dos, a mi papá y a mi mamá”.

¿HERENCIAS?, ¡NUNCA!

La directora de la Fundación Desiderio Hernández Xochitiotzin, Citlalli H. Xochitiotzin Ortega, ha asegurado siempre que su padre le dejó la encomienda de ser ella la depositaria de su obra pictórica, para preservarla y difundirla. Topiltzin lo niega rotundamente.

“El maestro nunca dijo querer una fundación. Mentira que el maestro haya distribuido en vida sus bienes, su legado, a sus hijos. Mi papá no dejó ninguna herencia en esos términos. Mi papá tuvo un problema terrible, que originó a su vez su decisión de ser artista: nuestro abuelo, don Alejandro de la Cruz Hernández de la Rosa, tenía muchísimas tierras en Contla. Vivía ahí con nuestro bisabuelo, don Felipe de la Cruz. No sabemos cómo obtuvo esas tierras, pero tuvo problemas con sus parientes de Contla. Empezó a escriturar desde Puebla sus terrenos en Contla y vino un problema muy fuerte”.

“Mi papá me comentaba que, como hijo mayor, el abuelo quería que mi papá fuera como el gestor en todos esos trámites, pero mi papá no quiso, él quiso ser artista y el abuelo no quería que mi papá fuera artista. El protector de don Desiderio fue su abuelo, don Felipe, que incluso a escondidas de don Alejandro lo llevó a la academia de bellas artes de Puebla, pero una mañana que mi papá le tocaba ir al taller de hojalatería que tenía atrás de la catedral de Puebla, mi papá no pudo ir y fue el segundo hermano, el tío Alfonso, quien estaba estudiando leyes y fue el gestor de todos esos trámites de escrituración”.

“Cuando don Alejandro y mi papá llegan al taller, no había nadie. Empezaron a buscar al tío Alfonso y al poco rato les avisaron que el tío Alfonso estaba muerto al pie de la torre de la catedral de Puebla. Testigos dijeron que unas personas lo sacaron del taller y lo aventaron desde arriba de la torre. La sospecha siempre quedó en que fueron los problemas de la herencia de Contla. De ahí mi papá se pelea con las herencias. Pero también de ahí es como mi papá nace como artista, porque al poco tiempo don Alejandro muere por la impresión de ver a su hijo muerto… y se reacomoda la familia de los Hernández Xochitiotzin y mi papá toma la decisión del barrio del artista y dedicarse a lo que le gustaba”.

¡Mi papá nunca pensó en herencias!

Puede esconderse por ahí –concluye- el temor de que quizá alguien hubiera tomado la obra de mi papá y adueñársela, y quizá eso es lo que mueve a la fundación. Pero, lo reitero, hemos respetado esa labor, pero el discurso no lo compartimos.

contacto: piedra.de.toque@live.com

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