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Día de muertos, ciudad de México (ca 1950) Fototeca Nacional-NAH

Piedra de Toque

La celebración del día de muertos ha cobrado en México una profunda revaloración de las culturas originarias y, con ello, ha contribuido al estudio, interpretación y divulgación de esa extensa gama de expresiones culturales que delinean la cosmogonía prehispánica.

La festividad de muertos se hace y se deshace, se interpreta y se reinterpreta, en ruta a su comprensión en toda su extensión y profundidad. A ello hace su aportación Patrick Johansson Keraudren, doctor en letras, académico universitario e investigador titular y miembro del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, quien, entrevistado por Octavio Olvera y Alberto Pereda para ‘Humanidad es comunidad’, programa universitario de estudios sobre la ciudad de esa universidad, ofrece un detallado retrato de los significados posibles alrededor del culto a los muertos.

¿Qué representa en la actualidad el día de muertos en México?

Patrick Johansson: La celebración del día de muertos en México es el encuentro de dos mundos, dos maneras de ser, dos maneras de pensar, dos maneras de sentir y dos maneras de ver la muerte, porque no hay que olvidar que la celebración. Tal y como se realiza hoy en día, no es solamente la tradición indígena, sino también la tradición católica cristiana que empezó en tiempos novohispanos.

¿Había una visión común de las culturas mesoamericanas sobre la muerte?

Claro, creo que había una visión mesoamericana frente a la muerte. Antes de hablar de días de muertos, en términos específicos es importante recordar ciertos paradigmas prehispánicos, la visión que tenían los antiguos mexicanos de la muerte.

En el contexto cultural prehispánico no se debía oponer la vida y la muerte, sino la existencia y la muerte. La existencia (nemiliztli) era el camino que se recorría desde el nacimiento hasta la muerte; después venía la muerte (miquiztli) que constituía un latido, eran latidos de la existencia humana. Nemiliztli era como la sístole y miquiztli como la diástole en un latido de la vida.

La muerte era parte constitutiva de la vida, muy importante porque en el contexto occidental actual oponemos siempre vida y muerte. En este caso sería existencia + muerte = vida.

En el mundo náhuatl, ¿cuál es el significado del Mictlán?

El Mictlán era el lugar del inframundo que atravesaba el sol. La existencia humana estaba calcada sobre el curso solar. El sol sale en el este, en la mañana, culmina en el cenit, se pone en la tarde y durante la noche atraviesa las partes infra telúricas del Mictlán. El Mictlán era como un vientre materno que regeneraba la existencia.

Es necesario recordar que el ser humano fue creado a partir de huesos de difuntos fecundados por Quetzalcóatl, quien penetró y atravesó la muerte y regresó como sol naciente en el este.

Era todo este espacio tiempo en el que los seres de cierto modo se regeneraban durante cuatro años.

¿Qué otros lugares de los muertos existían en la cosmovisión náhuatl?

En la cosmovisión náhuatl el lugar donde iban los que morían, no era como en el mundo occidental, en función de su comportamiento en la existencia, como en el mundo cristiano donde los que se portan bien se van al cielo, los que se portan mal se van al infierno y entre los dos está el purgatorio.

En el contexto prehispánico dependía de la manera en que la persona moría. Si morían de vejez, es como un sol poniente que atravesaba la dimensión extra telúrica del Mictlán, para renacer de cierto modo como ave. Todo dependía, también, del nivel social de la persona. Y si moría ahogado, o si moría, digamos, mordido por una serpiente, o fulminado por un rayo, o por enfermedades de la piel… iban al Tlalocan, con el dios Tláloc. Si moría, por ejemplo, en la guerra, los hombres acompañaban al sol del este al cenit. Las mujeres muertas en el primer parto, que eran asociadas, asimiladas a guerreros que habían muerto en combate, tomaban de manos de los guerreros en el cenit el sol y lo bajaban a cihuatlampa, lugar de las mujeres en el oeste. Había también un lugar llamado cincalco, lugar de la casa del maíz, donde iban los niños que morían en su tierna edad. Había cuatro lugares donde iban los que morían, en función de la modalidad de su muerte.

¿Qué otras deidades estaban relacionadas con el inframundo?

El inframundo, el mundo de los muertos, no es solamente el Mictlán, sino todos esos espacios que hemos considerado. En el Mictlán había Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, el dios de la muerte y su contraparte femenina. En Tlalocan estaba Tláloc. En el sol había todas las divinidades como Huitzilopochtli, en este caso asociado con guerreros muertos en combate o en sacrificio humano. En el Tlalocan estaban Hemac y Xipe Totec, el dios también de los descarnados.

El espacio-tiempo de la muerte fue creado en los mitos, cuando los dioses que se habían reunido en Teotihuacán, habían pedido que se echaran al fuego para que nacieran el sol y la luna, pero los astros no se movían, en este caso los dioses decidieron morir. Creo que cuando los dioses deciden morir, crean la muerte.

La muerte no existía. Era un caos y se había pasado del caos, de la oscuridad, a la luz de lo que sería después ya existencia, pero los astros, tanto el sol como la luna, no se movían. Para redimir esta situación los dioses decidieron morir. Creo que fue esa la creación de la muerte, por lo que el espacio-tiempo de la muerte no solamente es el espacio-tiempo de los dioses de la muerte que hemos nombrado, es también el espacio-tiempo donde moran los dioses en general.

¿Qué elementos prehispánicos perduran en la celebración actual del día de muertos?

Los elementos prehispánicos son los de miccailhuitl. Así como había cuatro lugares donde iban los difuntos cuando morían, había cuatro maneras de recordarlos. Los que morían de vejez se recordaban en la fiesta de tititl, los que morían ahogados se recordaban en la fiesta de tepeilhuitl, la fiesta de los cerros; a los que morían en la guerra se les recordaba en la fiesta miccailhuitl     y a los niños que morían en su tierna edad miccailhuitontli, o fiesta de los muertos pequeños.

Los españoles llegan también con una fiesta de difuntos. 1 y 2 de noviembre son fechas cristianas, que no corresponden primero porque había cuatro fechas distintas, según la modalidad en que había muerto la persona, en tanto que el planteamiento cristiano era muy distinto.

La fiesta de todos los santos tuvo también una gestación. La historia nos dice que, en Roma, el Papa Bonifacio IV pide al tirano Socas, que había usurpado el trono del imperio romano de oriente, que les concediera el templo de Agripa para poner todos los huesos de mártires que habían recogido en las catacumbas. Hubo 28 carretas, según la tradición, y el 13 de mayo de 609 consagraron la capilla de todos los santos. Después Gregorio III dio su bendición.

¿Y cómo pasó del 13 de mayo al 1 de noviembre? Se desconoce con exactitud, pero lo más probable es que los frailes, cuando fueron a las zonas celtas donde había la famosa fiesta de Samhain (que marca el fin de la temporada de cosecha y el inicio del invierno), que se hacía el primero de noviembre, es muy probable que los frailes, que no tenían una fecha realmente muy importante, para propiciar este sincretismo, como lo hicieron también con la fecha de nacimiento de Cristo en la navidad, tomaron la fiesta celta del 1 de noviembre para consagrar la fiesta de todos los santos. Fue en 835 con el Papa Gregorio IV que se consagró definitivamente el 1 de noviembre como fiesta de todos los santos.

Viene también la fiesta de los fieles difuntos. Creo que todo eso viene ligado también con la visión de la muerte; es decir, que el ser humano tiene una necesidad de celebrar a sus difuntos. El 1 de noviembre era la fiesta de los santos, pero había también todo el común de los mortales que había tenido difuntos.

Todo parece indicar que fue en la abadía de Cluny, con el abad Odilón, que empezó la fiesta de los fieles difuntos, primero solamente con los difuntos de la abadía, los frailes benedictinos de la abadía de Cluny, un 2 de noviembre, aunque hay fechas distintas: 1030 dicen algunos, 998 dicen otros. Todo parece indicar que de Liejas el culto se expandió a toda Europa.

Cuando llegan los españoles en 1519, la fiesta de todos los santos, 1 de noviembre, y la fiesta de fieles difuntos, 2 de noviembre, están ya consagradas.

Aquí el punto es que los frailes se dieron cuenta que tenía que ceder. No iban a aplastar totalmente la cultura de los vencidos, sino que había que negociar ciertas cosas en términos de religión. Cuando vieron la importancia tremenda que tenía la fiesta de miccailhuitl, la fiesta de difuntos, entonces negociaron la fiesta que tenemos hoy en día y que se celebra en esos términos desde 1571.

¿Desde cuándo se celebra el día de muertos como se hace hoy en día?

Exactamente como se hace hoy en día, tenemos en el códice mexicano una fiesta 1 y 2 de noviembre de 1571, pero es probable que antes tuviéramos también una fiesta, porque esa fecha es una de las fechas. El dominico Diego Durán, por ejemplo, describe la fiesta del 1 y 2 de noviembre diciendo que el día 1 se festejaba a los niños y el día 2 a los adultos. Duran terminó de escribir su obra en 1573, pero es posible que sea un poco anterior a estas fechas, como en 1550, 1560, que progresivamente se dio este vínculo entre la manera de celebrar a los difuntos en estas fechas de parte de los católicos, y la oportunidad que tenían los indígenas, que ya no tenían cuatro días de fiesta de muertos, correspondientes a sus maneras de morir; se habían quedado solamente con solo una, que sería la fiesta de tititl, que para los cristianos será la fiesta de los que morían de vejez, donde ahora se consideraba también a los que morían en la guerra, que era la fiesta miccailhuitl; quedó miccailhuitontli, la fiesta de los niños y eliminaron cincalco y Tlalocan.

¿Qué rasgo de la cultura mexicana se expresa particularmente en esta celebración?

Es algo prehispánico: la vigencia de los difuntos. Los difuntos se fueron, pero permanecen. En tiempos prehispánicos, además de todas las fiestas que recordaban en fechas precisas de los que se habían ido, también se convocaba a los difuntos en la siembra, en la cosecha, en ceremonias antes de la guerra… Los difuntos participaban de manera activa en el quehacer cotidiano de los vivos. Eso me parece que todavía se mantiene en la fiesta actual: que los difuntos se fueron al inframundo, pero permanecen el recuerdo un poco más sutil, porque en esos días 1 y 2 de noviembre, a los niños el 31, en la noche tocan las campanas para que baje el alma de los niños, el día 1 también para que el 2 estén aquí los difuntos adultos. Lo más importantes sería esa permanencia de los difuntos, pues en el contexto mexicano de ayer y de hoy no se olvidan los difuntos.

¿Qué relación tiene la actual festividad con los ritos funerarios prehispánicos?

En tiempos prehispánicos las exequias eran importantísimas. De hecho, la ceremonia del día de muertos correspondía exactamente a lo que se hacía en las exequias. Hacían todo eso y al final había la ofrenda de comida, cantos y danzas y todo eso, lo que es muy importante. Después, el duelo cuya primera parte eran 4 meses, cada mes había una pequeña fiesta y después de 80 días de lamentos, de estar bailando, estar haciendo rituales, terminaba lo que considero el duelo selénico, el duelo lunar, y había empezado, desde el entierro, el duelo solar: durante 4 años, una vez por año los difuntos regresaban a la tierra para convivir, durante 4 días, con los que permanecían de su familia, para después regresar al inframundo. Después de 4 años ya no se recordaban, ya no había ceremonia. Aquí, por ejemplo, se celebra a la abuelita que murió hace 10 años, por decir algo, pero en tiempos prehispánicos la celebración del día de muertos era solamente de 4 años, tiempo que tenían para atravesar el inframundo, el Mictlán, y reaparecer eventualmente como aves, por ejemplo, en lo que concierne a los guerreros y a los señores.

En el contexto prehispánico, la muerte no era solamente la muerte de los seres vivos, sino el tiempo mismo moría. Quetzalcóatl de alguna manera era la reencarnación del tiempo, pero en el contexto prehispánico cada 52 años moría el tiempo viejo, se quemaban 52 cañas que representaban 52 años. El espacio-tiempo viejo moría y había exequias realmente, como si fuera de un señor, de una persona. De la ceniza del tiempo viejo renacía el tiempo nuevo. Eso es importante porque en el contexto occidental es precisamente por el tiempo que morimos, pero en el contexto prehispánico no solamente morimos porque envejecemos, por la degradación fisiológica de nuestro ser, pero el tiempo mismo fenecía poco a poco y había que resucitarlo, revivirlo, cada 52 años.

El tiempo tenía que morir a tiempo para no morir del todo.

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