Mauricio Arley
El erotismo es un arte que procede de la mujer activa. La metáfora central consiste en conocer que las guerras entre distintos pueblos generan conquistas, pero esto también ocurre en el ámbito amoroso, donde reinan las mujeres.
El modo de seducir al otro, atraerlo hacia sí, se expresa eróticamente a través de un cuerpo en apertura y cargado de una serie de adornos, cuya función es provocar una mirada y sostenerla por medio del artificio social. Sin el otro no hay seducción; esta figura permite dar curso a las prácticas eróticas y proyectarlas a nuevos niveles creativos; si se vive con pasión cada uno de esos momentos, entonces el arte amatorio será un constante devenir. En estas transacciones surgen demandas; la belleza de la petición se entiende a partir del seguimiento de ciertos códigos culturales, tal como lo expresa Platón:
Toda acción, en efecto, no es por sí misma ni hermosa ni fea. Así, lo que hacemos en este momento: beber, cantar, conversar, nada de todo ello es hermoso en sí, sino que tal llega a ser según cómo se practique. Hermoso, si lo hacemos siguiendo las reglas de lo bello y lo adecuado.
(Platón. El banquete)
León-Portilla (2004: 118) resalta que en los pueblos nahuas había un género poético llamado cuecuechcuícatl, “cantos de cosquilleo o festivos”, que se recitaban usualmente con música y danzas provocativas. El Códice Florentino hace referencia al género ahuilcuicatl, “cantos de placer”, los cococuicatl, “cantos de tórtolas”, y cuecuechcuiatl, “baile cosquilloso”.
Sahagún comenta, en el Códice Matritense, que entre los nahuas centrales existían las ahuianime, “las alegres”; muchos poemas aluden a su función social.
Las mujeres que ofrecían sus servicios sexuales conservaban un rol importante en la sociedad náhuatl; estaban muy conscientes de ello, buscaban las mejores ropas, cuidaban su cabello, blanqueaban sus dientes, se perfumaban, se adornaban, sabían cómo exhibirse en la plaza pública y así atraer a los clientes. De la vida de tales mujeres podemos conocer a través de los códices y de las poesías.
La poesía es una labor que recurre a términos de la agricultura para producir sus versos, las metáforas ponen en equivalencia los atributos femeninos como si fuesen componentes de la tierra, contenedores de fertilidad; El canto de las mujeres de Chalco dice: “Revuélveme como masa de maíz”, esta es una orden dirigida al hombre, la mujer lo seduce y ofrece su cuerpo para que goce de él como tierra fértil, que alimente sus placeres y que la haga sentir a ella como espuma de cacao en ebullición. Vemos la insistencia en esa metáfora con un comentario de Xayacámach en el siglo XV: “Sobre la tierra se levanta, brota mi canto. Aquí, cultivo cantos. Junto he brotado. Sólo amontono la tierra” (Portilla, 1994: 257).
Las edades de tierra, aire, agua y fuego se dieron a través de luchas violentas; la época actual es la del Sol, iniciada a partir de la auto inmolación de los dioses, de su muerte dieron vida al mundo, los seres humanos son macehualtin, “merecidos por el sacrificio divino”. Posteriormente, la creencia ha radicado en que para preservar esta edad se debe seguir dando energía al Sol, y la sangre es la fuente de ella. Hubo muchos sacrificios en la plaza pública, ahí se colocaba a la víctima en la parte superior de la pirámide; unos tomaban de los brazos y los pies al inmolado, mientras que el sacerdote principal incrustaba una filosa piedra en el pecho y luego exhibía el corazón; el cuerpo caía por un costado de las gradas. Resaltamos la figura del corazón, pues se relaciona con un espacio del placer y de lo sagrado, es buscado para obtener un saber.
Los colores y los aromas cumplen una función altamente significativa en los poemas. En la cosmovisión náhuatl, el oriente era la región de la luz, fertilidad y vida, simbolizada por el color blanco; el norte era el cuadrante negro, lugar de los muertos; el poniente, casa del Sol, tierra de las mujeres, se representaba con el rojo; el sur, lugar de las sementeras, asociadas al color azul verdoso (Portilla, 1994: 55).
El panteón náhuatl es diverso en las características de los dioses. El ser del Dios dual da origen a muchas parejas de dioses, que tienen así una propia realidad masculina y femenina; no hay un límite abismal entre ambos sexos. La vida y la muerte van juntas en un tiempo que marcha con celeridad, todo está sometido al cambio, la transformación renovadora y ante eso solo queda gozar del momento concedido.
ANÁLISIS
Si no fuera por la luna no sabríamos tejer. /…/
Todavía tenemos su telar, quedó con nosotras.
La luna nos dejó también su huipil cuando se fue.
Dejó su telar y su machete.
(San Juan Chamela, Chiapas. Artes de México, N.º 19, 1993,
“Textiles de Chiapas”)
¿Es más que un oficio el tejer? Yglesias (1994: 56) resalta la función que tenía esta actividad:
Al igual que en algunas otras culturas, en la nuestra, el oficio de hilar y tejer era un proceso explicativo del universo y las hilanderas se convertían en las diosas del destino, o sea que al tejer se iba creando el mundo, se iba forjando el futuro de los seres que vivían en sociedad. /…/ Según algunas tradiciones americanas, fueron las diosas las que inventaron el tejido y son ellas las que anuncian a través de los sueños, lo que ha de ser la tarea de este arte, que en casi todos estos pueblos era una labor exclusivamente femenina. (Yglesias, 1994: 56)
Tomamos como referencia esta cita porque en el presente poema hay un gran interés por este arte de tejer; es una construcción cultural, la tentativa de atrapar un objeto, simbolizar una idea, decirse en el tejido, dar voz a todo un grupo con el que se mantienen vínculos, es más, esta práctica se constituye en un modo de darle mayor cohesión.
Portilla (1994: 289) indica que: “La guerra se transforma en asedio erótico, acercamiento de contrarios, acto sexual con todos sus preámbulos”. Portilla (1994: 296) comenta que el poema se compone de siete tiempos, que en el primero una mujer de Chalco invita a las otras a buscar flores y cortarlas, las constituidas de agua y fuego, o sea, la guerra, sus escudos, flores como escudos, así cautivarán1 a Axayácatl, el hombre dominador. Podría decirse que, para Aquiauhtzin, el erotismo era un medio por el cual se podía entrar en contacto con el dador de la vida, pues siendo las flores y los cantos maneras de acercársele, entonces, en esos cánticos de las mujeres, el erotismo se constituía en una conquista por lo divino.
Cantos de mujeres de Chalco muestra un reto sexual de las mujeres de Chalco a Axayácatl. Las guerras con la región de Chalco fueron muchas, finalmente fueron agregados a la soberanía de Tenochtitlan. Los hombres de Chalco se burlan de Axayácatl por haber conquistado a las mujeres y no a ellos. A través del relato pueden verse comparaciones entre el acto sexual y la guerra.
La estructura del relato nos pone a pensar que hay más de una mujer que interviene; por ejemplo, hay una que lo inicia y se expresa en distintos momentos del poema, la llamaremos (M1), introduce el motivo que las llevará a actuar, habla de su procedencia, su función; después aparece una con carácter más dominante, incluso llega a poner en duda la virilidad de Axayácatl, es una mujer que lo provoca al máximo, da las reglas del juego sexual (M2); la tercera (M3) actúa como aprendiz, le demanda una enseñanza, es dubitante, carente de una herencia importante (el tejido), esto le causa incertidumbre y fragilidad, es la mujer de las preguntas; si la primera mujer marca la pertenencia a una tradición cultural, la tercera mujer se muestra como un momento de separación, de olvido, de muerte.
Siguiendo la separación que hemos hecho en el nivel estructural en el cántico, diremos que la primera sección para (M1) refiere a algunos elementos que se constituyen en marcas indicativas de la pertenencia a cierto grupo social: flores, adornos, hilar, canto, una actitud. Las mujeres de Chalco son interpeladas por una de sus directoras, son convocadas para que se alisten con las armas de guerra, estas son todas las marcas de pertenencia que hemos señalado, tales armas les permitirán conquistar a los hombres mediante las artes de la seducción.
Podemos reconocer los significantes de la canción, el poema “xóchitl + cuícatl”, o sea, “flor + canto”, el cual se conoce en el nivel de género literario como “xochicuícatl”, es una forma recitada, conocida en el ámbito social: “soy una de Chalco, soy mujer, deseo y deseo las flores, deseo y deseo los cantos, estoy con anhelo, aquí, donde hilamos, en el sitio donde se va nuestra vida.” En estas líneas también se puede reconocer que los calificativos de mujer y deseo están muy cercanos entre sí, y, tomando en consideración la retórica del poema, podemos afirmar que acá se nos revela otra metáfora binaria, el ser de la mujer de Chalco se compone de: mujer + deseo, el cántico puede leerse en el orden: soy mujer, soy deseo; es mujer en cuanto participa de las marcas propias de la cultura a la que pertenece y se lanza a participar de las artes de seducción propias de una mujer, ella es deseada, pero desea también, da y recibe en una constante transacción de amor; con el tejer va explicando a los otros su función en el universo, da forma y color al mundo, se constituye en fundadora de las sementeras terrenales. Lo que hemos subrayado en el cántico es una referencia al tiempo, el hilar también muestra esa relación con el tiempo, un tiempo cíclico; desde el inicio del cántico se evidencia una celeridad en el acto, el tiempo se va y por eso hay que proceder con prontitud, es la llamada de ir al encuentro con los momentos cruciales de la vida para una mujer.
Con la intervención de (M2) entramos al ámbito de una mujer dominante: “Con flores lo entretejo, con flores lo circundo”, sigue presente la idea de una labor femenina (el tejido), una mujer que se encarga de dar forma a lo que está en sus manos, su labor establece los límites del mundo de eso que toma como su objeto, lo manipula, tanto así que al conocer tanto ese objeto es capaz de poner en duda la función fálica: “Si en verdad eres hombre, aquí tienes donde afanarte”. Tal contexto se muestra como la posibilidad de que un hombre sucumba ante la impetuosidad, la fiereza y demanda de una mujer insaciable, ella dicta lo que ha de pasar, es emperatriz, recurre a un imperativo para expresar cómo debe actuar el hombre, le ofrece su vientre, su carne, sus senos, su corazón, y léase ofrecer el corazón desde un sentido literal, es la posibilidad de que este sea arrancado, propuesto así, la oferta revela un interés por descubrir hasta dónde soporta el otro la orden… la demanda.
La mujer (M3) describe el espacio donde se encuentra y desde ahí manifiesta que ya no posee el arte ancestral; esta parte es fundamental para que conozca algo del ser mujer, ponerse en relación con el deseo, pues para ser de Chalco debe afirmarse como: soy mujer, soy deseo. Participar de las artes comunes dentro de una sociedad, permite al sujeto construir su seguridad individual, afirmar su proceder, pero ante la falta de esto ella ingresa en la negación, la pregunta, en buscar a otro para asirse, evitar la fragmentación total de su casa, su fortín interior. El erotismo se muestra como un juego, hay reglas que permiten hacer de la experiencia toda una expresión estética de gran deleite: “no puede ya hacer bailar el huso, no puedo meter el palo del telar”. Ella es niña, aún no es capaz de hacer labores de una mujer, sostiene a una madre que le diga en qué lugar puede hallar su felicidad en el mundo; su realidad es de desolación, su ofrenda es objeto de burla.
La segunda aparición de (M2) muestra a una mujer que se dirige al hombre con un tono de ternura, suavidad; ella recurre a la forma “niñito mío o compañero pequeño” y, en otros momentos, a “gran señor”; de este modo, logra degradar carnavalescamente al hombre, es una burla que tiene el germen del renacer, le muestra que se encuentra en una posición de grandeza, pero que él es un ser pequeño, que inclusive no soportaría una aventura sexual intensa. Axayácatl es un gran señor para su pueblo, pero su capacidad de responder a la demanda de la mujer lo hace parecer como un niño. Ella es una compañera de placer, pero él no tiene lo necesario para tomarla como su objeto de placer.
Nuevamente surge la expresión de (M3) con una serie de preguntas que conciernen a su lugar como mujer desde las prácticas de la seducción. Sabe que lleva consigo fragmentos que la vinculan con lo femenino: su falda, su camisa, pero ella se muestra insegura en cómo proceder. Se sumerge en un espacio de dudas. La cercanía de los significantes “embriaguez” y “hermosas palabras” nos pone a reflexionar en la posibilidad de encontrar algo común entre ellas que, para el caso del poema, podemos deducir que se trata de esas palabras amorosas dirigidas constantemente al otro en busca de penetrarlo con el deleite de la exaltación corporal; causa un estado semejante al de la embriaguez, alguien siente cómo sus capacidades inhibitorias se van perdiendo y así va abriendo, poco a poco, sus cerraduras personales. Y decimos “sentir”, en referencia a ese corazón en aflicción, un corazón enfermo de amor, ese que se convierte en testigo de que un cuerpo está en franco quebranto de salud, un cuerpo que ha sido entregado al destino del otro, ese al que se le dirigen preguntas y solo evidencia su ausencia.
“Los que son nuestros hombres, son nuestra hechura”, así empieza otro momento del cántico que da (M2), es una nueva referencia a la práctica de tejer, una elaboración cultural, los códigos que se dan en el tejido acusan la pertenencia a una estructura social. La propuesta se constituye en erótica porque ofrece un cuerpo y lo ofrece como si fuese un manjar y habla de su suavidad para que pueda morderlo y tocarlo de mil y una… formas: “Revuélveme como masa de maíz”. La ironía emerge como parte del discurso de la mujer en un intento de hacer conflicto en las bases de toda idea preconcebida: “¿Acaso no eres un águila, un ocelote, tú no te nombras así, niñito mío?”. Inclusive llega a insinuar homoerotismo en Axayácatl: “¿Tal vez con tus enemigos de guerra no harás travesuras?”.
Rescatamos de la nueva intervención de (M1) un juego metafórico: flechas=pene, Chalco=vagina, visto en las líneas: “abrid las piernas, vosotros tiatelolcas, los que lanzáis flechas, mirad aquí a Chalco”. Unos toman como arma de ataque las flechas, otras emplean la vagina a su favor. Ellas se adornan con plumas y se pintan la cara, se dirigen a la batalla del placer, buscan ver cómo el hombre sucumbe ante su imperio corporal. Siempre está presente la voz externa que invita a las demás mujeres a un movimiento, a un deber colectivo, el cumplimiento de este las convierte en mujeres de Chalco.
La mujer (M2) se acerca desafiante, lleva bajo sus ropas el arma aniquilante, los hombres no han podido percatarse de ello, es objeto de deseo que puede causar la perdición de aquellos, es fruto oloroso y sabroso, es elixir que embriagará la razón, ella lo que busca es: “Los veré a todos perecer…”; su misión es clara, no importa que en ella también muera al intentarlo. La duda no es de ella, más bien la proyecta a sus víctimas de placer: “¿acaso no eres hombre?, ¿qué es lo que te confunde?”. Ella sigue con su labor social, construye el destino.
Las mujeres de Chalco se convierten en diosas culturales por la labor que hacen con sus manos y sus cuerpos: “Te digo el lugar donde yo tejo, el lugar donde hilo, te hago recordar…”. El hombre quedará envuelto en medio de palabras y placeres, se asfixiará en el puro goce, no tendrá las palabras para describir su experiencia, pues esta excederá cualquier representación posible. Nos revela también que es un oficio legendario de mujeres, cuyas vidas florecen por el deseo; ellas son pintura florida en el placer.
COMENTARIOS FINALES
No podríamos pensar poesía erótica náhuatl sin la presencia de la mujer. Una mujer vinculada con la tierra, la poesía erótica náhuatl rescata tal relación, los atributos de una se dan en la otra, el ámbito principal es la fertilidad; de ambas depende la vida, eso las presenta como sagradas.
En los sacrificios humanos, se inicia con una víctima del placer y se acaba con un organismo excedido por el goce. La erótica es la posibilidad de articular algo de lo vivido, simbolizarlo, jugar siguiendo ciertas reglas, lograr seducir al otro mediante cualquier artificio, el asunto está en descubrir cuál artificio es el que prima sobre el imaginario del otro, de ahí que sea importante dejarlo decirse, llevarlo al encuentro de distintos espacios para que de él emerjan los significantes que lo constituyen desde la intimidad, el espacio sagrado. La seducción es aproximarse a un ámbito sagrado, de ahí que para nosotros sea un rasgo muy importante en la concepción de la erótica náhuatl esa cercanía con lo sagrado, los cuerpos se encuentran en sitios asignados a eventos de gran relevancia cultural, la presencia de flores, plumas, aromas, cantos, bebidas, libros, etc., son elementos que aluden a la importancia de tales prácticas dentro de la cultura.
El goce está ubicado en la imposibilidad de decirse, en la ruptura subjetiva del ser hablante. El deseo se centra en la falta, una constante búsqueda, esto es lo que vemos en la mayoría de los momentos de la poética náhuatl, un sujeto en construcción, y la atención al tiempo nos revela tal posibilidad de enfrentarse a nuevos hechos. En el sacrificio hay un corazón que late con gran intensidad en los momentos previos a ser desgarrado, ahí hablamos de un cuerpo en el punto cúspide del goce; se halla en la parte superior de la pirámide, su llegada ahí fue antecedida por todo un andamiaje erótico: cánticos, perfumes, comidas, danzas, pero ahora se encuentra como objeto de deseo de los demás, sobre sí están concentradas las miradas de todos, ha alcanzado un máximo grado de seducción, está pronto a sucumbir al goce, dará la ofrenda más sagrada: su corazón será desgarrado.
NOTAS
1. Léase: privarlo de libertad y ejercer sobre él una influencia irresistible en el arte del amor.
ANEXO
CANTO DE LAS MUJERES DE CHALCO
(M1)- Levantaos, vosotras, hermanitas mías, vayamos, vayamos, buscaremos flores, vayamos, vayamos, cortaremos flores. Aquí se extienden, aquí se extienden las flores del agua y el fuego, flores del escudo, las que se antojan a los hombres, las que son placenteras: flores de guerra. Son flores hermosas, ¡con las flores que están sobre mí, yo me adorno, son mis flores, soy una de Chalco, soy mujer! Deseo y deseo las flores, deseo y deseo los cantos, estoy con anhelo, aquí, donde hilamos, en el sitio donde se va nuestra vida.
Yo entono su canto, al señor, pequeño Axayácatl, lo entretejo con flores, con ellas lo circundo. Como una pintura es su hermoso canto, como flores olorosas que dan alegría, mi corazón las estima en la tierra.
(M2)- ¿Qué significa todo esto? Así estimo tu palabra, compañero en el lecho, tú, pequeño Axayácatl. Con flores lo entretejo, con flores lo circundo, lo que nos une levanto, lo hago despertarse. Así daré placer a mi compañero en el lecho, a ti, pequeño Axayácatl.
Acompañante, acompañante pequeño, tú, señor Axayácatl. Si en verdad eres hombre, aquí tienes donde afanarte. ¿Acaso ya no seguirás, seguirás con fuerza? Hazlo en mi vasito caliente, consigue luego que mucho de veras se encienda. Ven a unirte, ven a unirte: es mi alegría. Dame ya al pequeñín, déjalo ya colocarse. Habremos de reír, nos alegraremos, habrá deleite, yo tendré gloria, pero no, no, todavía no desflores, compañerito, tú, señor, pequeño Axayácatl.
Yo, yo soy atrapada, mi manita da vueltas, ven ya, ven ya. Quieres tocar mis pechos, casi mi corazón. Quizás tú mismo estropearás lo que es mi riqueza, la acabarás; con flores color de ave de fuego, para ti haré resonar mi vientre, aquí está: a ti hago ofrenda.
(M3)- La preciosa flor de maíz tostado, la del ave de cuello de hule. La flor del cuervo, tu manto de flores, están ya extendidos. Sobre la estera preciosa tú yaces, en casa que es cueva de plumas preciosas, en la mansión de las pinturas.
Así en su casa me aflijo, tú, madre mía, quizás ya no puedo hilar. Tal vez no puedo tejer, sólo en vano soy una niña. Soy muchachita de mí, se dice que tengo varón. Hay sufrimiento, lugar de tristeza en la tierra. Así tristemente cavilo, deseo la maldad, la desesperación ha venido a ser mía. Me digo, ven niña, aun cuando del todo he de morir.
Madre mía, yo sufro, aquí tengo yo a mi hombre, no puede ya hacer bailar el huso, no puedo meter el palo del telar: niñito mío de mí te burlas. ¿Qué me queda? ¡Lo haré!
¿Cómo se embraza el escudo en el interior de la llanura? Yo me ofreceré, me ofreceré, niñito mío, de mí te burlas.
(M2)- Compañerito, niñito mío, tú, señor, pequeño Axayácatl, vamos a estar juntos, a mi lado acomódate, haz hablar tu ser de hombre. ¿Acaso no conozco, no tengo experiencia de tus enemigos, niñito mío?
Pero ahora abandónate a mi lado. Aunque seamos mujeres, tal vez nada logres como hombre. Flores y cantos de la compañera de placer, niñito mío. Hombre y niño, mi señor, tú, gran señor, tú, pequeño Axayácatl; todavía no empiezas ya estás disgustado, compañero pequeño. Ya me voy a mi casa, niñito mío.
(M3)- Tal vez tú aquí me has embrujado, has pronunciado hermosas palabras. Aquí hay ahora embriaguez, tú, embriágate ya. ¿Acaso hay alegría en nuestra casa? ¿Acaso tú me has comprado, tú para ti me adquiriste, niñito mío? ¿Tal vez cambiarás mi placer, mi embriaguez? Acaso desprecias, te has disgustado, pequeño compañero, ya me voy a mi casa, niñito mío. Tú, amiga mía, tú mujer ofrendadora, mira cómo permanece el canto, en Cohuatepec, en Cuauhtenanpan, sobre nosotros se extiende, luego pasa.
Tal vez mi ser de mujer hace locuras, mi pequeño corazón se aflige. ¿Cómo habré de hacerlo, a aquel que tengo por hombre, aunque sean mías falda y camisa?
(M2)- ¡Los que son nuestros hombres, son nuestra hechura! Revuélveme como masa de maíz, tú, señor, pequeño Axayácatl, yo a ti por completo me ofrezco, soy yo, niñito mío, soy yo, niñito mío. Alégrate, que nuestro gusano se yerga. ¿Acaso no eres un águila, un ocelote, tú no te nombras así, niñito mío? ¿Tal vez con tus enemigos de guerra no harás travesuras? Ya así, niñito mío, entrégate al placer. Nada es mi falda, nada mi camisa, yo, mujercita, estoy aquí, viene él a entregar su armonioso canto, viene aquí a entregar la flor del escudo. ¿Acaso de algún modo somos dos, yo mujer de Chalco, yo Ayocuan? Quiero que haya mujeres como yo, de allá de Acolhuacan, quiero que haya mujeres como yo, que sean tecpanecas. ¿Acaso de algún modo somos dos, yo mujer de Chalco, yo Ayocuan?
(M1)- Están avergonzados: yo me hago concubina. Niñito mío, ¿Acaso no me lo harás como se lo hiciste al pobre Cuauhtlatohua? Poco a poco desatad la falda, abrid las piernas, vosotros tiatelolcas, los que lanzáis flechas, mirad aquí a Chalco. Que yo me atavíe con plumas, madrecita mía, que me pinte yo la cara, ¿cómo habrá de yerme mi compañero de placer? Ante su rostro saldremos, quizás habrá de irritarse allá en Huexotzinco en Tetzmolocan.
(M2)- Yo mujer me unté las manos con ungüentos, me acerco con mi falda de fruto espinoso, con mi camisa de fruto espinoso. Los veré a todos perecer. Deseo en Xaltepetlapan a los huexotzincas, al cautivo de Cuetiaxtan, a los traviesos cuetlaxtecas, los veré a todos perecer. ¿De qué modo se sabe? Me llama el niño, el señor, el pequeño Axayácatl quiere conmigo lograr su placer. Por mi causa a dos tendrás que cuidar, niñito mío. Tal vez así lo quiere tu corazón, así, poco a poco, cansémonos. Tal vez no de corazón, niñito mío, entras a la que es placer, a tu casa. Tal vez así lo quiere tu corazón, así, poco a poco, cansémonos. ¿De qué modo me lo haces, compañero de placer? Hagámoslo así juntos, ¿acaso no eres hombre? ¿qué es lo que te confunde? Mi corazón con flores circundas, son tu palabra. Te digo el lugar donde yo tejo, el lugar donde hilo, te hago recordar, compañero pequeño. ¿Qué es lo que te turba, corazón mío?
Soy vieja mujer de placer, soy vuestra madre, soy anciana abandonada, soy vieja sin jugo, es esto lo que hago, yo mujer de Chalco. He venido a dar placer a mi vulva florida, mi boca pequeña. Deseo al señor, al pequeño Axayácatl. Mira mi pintura florida, mira mi pintura florida: mis pechos. ¿Acaso caerá en vano tu corazón, pequeño Axayácatl? He aquí tus manitas, ya con tus manos tómame a mí. Tengamos placer. En tu estera de flores en donde tú existes, compañero pequeño, poco a poco entrégate al sueño, queda tranquilo, niñito mío, tú, señor Axayácatl.
(Garibay, Ángel. 1968. Poesía náhuatl. Cantares mexicanos. Manuscrito de la Biblioteca Nacional de México. Vol. III, Cantos I y II. México: Universidad Nacional Autónoma de México).
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