Jue. Nov 21st, 2024

Piedra de Toque

“¿No te vas a arreglar?”

“¿No te da pena salir así a la calle?”

“Al menos péinate y date una pasadita”

¿Te suena conocida alguna de estas frases?…

Una mujer nunca debe lucir impresentable. Sea fin de semana, pase por una enfermedad, esté triste, deprimida o tal vez sólo sin ganas de cubrir su rostro con maquillaje, debe ocultar sus rasgos naturales con cremas, polvos, extensiones o pinturas de todo tipo. Ni siquiera pensar en salir un día cualquiera a la calle sin antes prepararse. Peor aún: junto con sus rasgos, debe ocultar sus sentimientos de tristeza, inconformidad, duda o incertidumbre. Una mujer cabal muestra siempre su mejor cara, se traga los problemas y está ahí para resolver los demás. ¿Qué está averiado en la apariencia femenina como para tener que “arreglarse” a diario? ¿Por qué la mujer debe lucir siempre bella, jovial y alegre y sus sentimientos e inquietudes deben pasar a segundo plano? 

La belleza femenina en la sociedad contemporánea está íntimamente relacionada con la producción de su imagen. Mientras más tiempo pase alterando la composición natural de sus ojos, labios, pestañas, pómulos, cabello y manos, el resultado promete ser más espectacular, de forma que el tiempo de producción diario para ir a la escuela o el trabajo es la mitad del ocupado para una cita importante y no llega ni a un cuarto del que destina alistándose para ir a un evento social de etiqueta, para el que además requiere de otros accesorios como uñas y pestañas postizas, bronceado de brazos y piernas y un peinado perfecto, donde cada cabello sepa con exactitud el sitio que ocupa y la disposición que debe mantener por horas, al menos hasta que la fiesta se termine. 

Desde pequeñas, las niñas son formadas con una educación distinta a los varones. No deben reír muy alto ni andar medio desnudas por la casa. Tampoco jugar bruscamente ni decir malas palabras. Conforme crecen, miran a sus hermanos, quienes tienen más libertad que ellas, pueden salir sin problemas y ninguna de sus actividades parece detenerse a propósito de su sexo. Ellos nunca escuchan un “no puedes hacer eso porque eres hombre, ¿cómo te vas a ver?”. Incluso se establece una relación desigual entre quienes aparentemente son iguales para los padres. En cada familia, las mujeres quedan al tanto de las necesidades de los hombres. Si su papá requiere algo, no dudará en pedirlo a la fémina a pesar de que esté rodeada de hombres. 

¿Cómo es que en la sociedad se implantó un discurso que asocia a la belleza como una meta que se debe producir materialmente, que requiere de un trabajo extra, del cambio de apariencia natural para realizarse, además de ocultarse tras un ideal ascético (la belleza cuesta), en el que al final todo el sacrificio será premiado con el reconocimiento de ser una mujer bella? ¿Cuánto cuesta exactamente la belleza, en dinero, tiempo y dolor? ¿Para qué sirve si al final significa el rechazo de la mujer con su rostro natural, con el tamaño de sus ojos, con el color de sus labios o de su cabello? ¿Acaso el ideal estético, en vez de acercar a las mujeres a la feminidad y la aceptación, niega cada intento de naturalidad, asociándola con la fealdad en contraposición con la producción y la belleza?

“Pretty, Please” es el trabajo fotográfico más reciente de Allison Morris, con la firme intención de llevar hasta el ridículo cada una de las normas sociales que oprimen a las mujeres y condicionan su voluntad, que reniegan de su belleza natural y en cambio las obligan implícitamente a tratar de “arreglar” todos los días algo que no está descompuesto, sino que funciona a la perfección. 

Los ojos siempre grandes y expresivos, la nariz fina, respingada, los pómulos rosados y una sonrisa de oreja a oreja parecen condiciones obligatorias para ser una mujer bonita. Ni hablar de la figura, los pechos redondos y firmes, mientras que el vientre debe ser plano y dibujar una cadera que se mantenga en su sitio todo el tiempo. El estereotipo de la mujer siempre maquillada, dispuesta, sonriente y feliz sólo existe en las campañas publicitarias dentro del absurdo ideal que Morris pretende atacar, con un grito de libertad, autorreconocimiento y aceptación de cada parte del cuerpo femenino como un todo que, como creación de la naturaleza, es perfecto por sí mismo.

contacto: piedra.de.toque@live.com

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