Lun. May 20th, 2024

Piedra de Toque

La muerte es vista por Graciela Iturbide como el resultado de un duelo de por vida que se adentra en la muerte, con el único objetivo de multiplicar la propia biografía en cada instante. 

Su trabajo con las imágenes, con sus retratos de la cultura mexicana, fue reconocido a nivel internacional, principalmente su obra sobre la muerte, uno de los ejes principales de su trabajo y en el cual plasmó una obsesión que convirtió en arte y nuevas narrativas visuales, al colmar de sutileza y símbolos la tragedia de las pérdidas, de la fugacidad de la vida en los ojos de un cadáver, en los ojos de las mujeres tristes, en pequeño convertido en ángel o en un sueño.

En el artículo “Graciela Iturbide. El tiempo, la vida, la muerte”, publicado en la revista Nexos, Alejandro Castellanos así lo describe:

 “Graciela Iturbide describió con propiedad uno de los componentes de su proceso creativo: la obsesión por la muerte que se transforma en afirmación de la vida; el sueño literario que se convierte en imagen real: el hombre cargando el ataúd de un angelito —un infante difunto—, al cual siguió para encontrar en el camino una epifanía: el cadáver de un hombre mitad carne mitad calavera, destazado por los pájaros que se observan volando en la última parte de la serie fotográfica: un conjunto de imágenes misterioso y trascendental, que da cuenta de la intensidad de aquellos momentos y de la fragilidad de la vida”. Graciela huyó de lo exótico, de la representación de la pobreza porque sí. Sus imágenes cuentan historias de vida y muerte con el conocimiento de quien convive con ambas, con un respeto a lo retratado que iba más allá de lo que se deja intuir en cada una de sus fotografías. Como único propósito, contar historias y retratar la dignidad de las personas, destilando el asombro en la vida cotidiana sin perseguirlo.

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