Lun. May 20th, 2024
Vieja en la calle en la India. Fotografía Roberto Pazzi

José Luis Puga Sánchez

La lucha libre en México es, todavía, un extraño reducto de libertad. Se puede ahí gritar y nadie dice nada. Así, con esa sumisión a la mística del emparrillado, Iván Farías construyó su novela ‘El misterio de la máscara perdida’, misma que fue presentada en días pasados en el Museo de la Memoria en el corazón de la capital tlaxcalteca.

Con media identidad tlaxcalteca y la otra media, chilanga, Iván reconoce que su libro es el cumplimiento de una necedad muy vieja. Es aficionado a la lucha libre y vive “a tiro de piedra” de la Arena Coliseo, la más vieja en el país en su tipo. “Está en la entrada de Tepíto, por eso las funciones empiezan a las 5 y terminan a las 7, para que los asistentes que no son del lugar, puedan regresar ‘con vida y ropa’ a sus destinos. Más tarde se pone muy denso”.

Acomodado junto a Abel Benítez, quien se puso la máscara de presentador, Farías comenta que la mayoría de los luchadores son del barrio (Tepito): Místico, Los Brazos… son de ahí. “En el libro yo quería explicarle a la gente qué significa esta afición, qué significa ir ahí y ver cómo el mismo tipo que afuera, sin máscara, te da miedo, adentro, con la máscara, de repente se ve más grande, más impresionante, y le gritas, empiezas a ser fan de él, quieres que le vaya bien y sufres con todo lo que está pasando”.

Sudando pasión, el escritor confiesa, y ante una grabadora, haber sido amigo de un policía, que ya murió, “de los más malandrines, porque fue parte de la Dirección Federal de Seguridad, de los que golpeaban y torturaban comunistas en los años 70, y se acabó convirtiendo en escritor porque le tocó cuidar a Carlos Payán, director fundador del periódico La Jornada, y de ahí empezó a rozarse con escritores, con periodistas. Recuerdo que me decía: fue así como conocí a los pinches comunistas”.

Aquel policía, aquel sicario en potencia, vivía en el Barrio Chino y se hicieron amigos. “Me daba mucha risa ese machismo exacerbado que tenía”. Fue quien empezó a prefigurar lo que después sería Garmabella (el personaje central de ‘El misterio de la máscara perdida’), que también es un giño a un periodista mexicano muy famoso en la nota roja que justamente así se apellidaba: Garmabella.

“Me invitó a varias reuniones con gente que… hay…. órale… varios luchadores, y una vez platicando con él supe que de ahí saldría el personaje y la novela. Solamente me faltaba como un giño y fue cuando descubrí que lo que cuento en la novela es verdad. Black Shadow y El Santo luchan, en los años 50, hace 70 años, gana El Santo, se lleva la máscara, se mete al vestuario y ahí se la roban. Esa máscara la siguen buscando 70 años después y hay coleccionistas que pagan. El coleccionista más famoso y el más prolífico, porque tiene mucho dinero, es Cristian Zimet, que espero cuando él decida haga de verdad el museo de la lucha libre, pues tiene infinidad de cosas”.

En una justificación no pedida, Iván Farías dijo que su afición, la lucha libre, le ha llevado a conocer personajes que “están bien locos, la lucha libre de verdad te va enloqueciendo”.

Pues de esa su experiencia de vida, con esa conjunción de elementos decide escribir una historia que describiera a las personas “comunes y corrientes que yo sentía”, pero al mismo tiempo hubiera ese juego cinematográfico de las películas de los años 50 en México. “No ubico la narración en un tiempo específico. La novela está contada como entre los 80 y 90, pues no quería que hubiera celulares y que recordaran cosas de los años 40, 50 y 60”.

Tan se adentró en la ficción que de pronto sintió que Garmabella “estaba hablándome en mi cabeza”. Percibió que intempestivamente empezaba a narra anécdotas de Garmabella que “eran mitad lo que me había contado Memo, otras que yo había inventado, otras que había visto y estos policías de la policía secreta, todo entremezclado y en una parte de la ciudad (de México), que me gusta un chingo, un lugar de poder increíble. La novela también habla de lugares específicos”.

Así, lenta y parsimoniosamente fue creando un mundo que de pronto le estalló, tan es así que aseguró tener cuando menos otras dos historias que contar de Garmabella y de ese mundo extraño, híbrido y posmoderno que es la lucha libre.

Iván se separó momentáneamente de su novela para regalarnos una postal aérea: En el mundo hay tres grandes fenómenos de lucha libre: el de Estados Unidos, el de Japón y el de México. “Con los gringos es siempre una batalla entre los inmigrantes contra los marines; el bueno es el espíritu americano. En Japón hay una cosa más deportiva, pero también como de monstruos. En México es una cosa mística. En la arena, todo ese morenaje, que afuera son carpinteros, mecánicos, vendedores, cuando suben al ring se convierten en otra cosa completamente diferente. Y era lo que yo quería manejar, cómo cuando les quitan la máscara, dejan de ser ese héroe para volverse otra vez nada, pierden esa magia que no quieren perder”.

Detalló una parte de su novela, donde Garmabella se enfrenta con Sombra Negra y empiezan a hablar sobre esa masculinidad que, en realidad, dentro de todo este mundo en el que de pronto todo es ya políticamente correcto, “la lucha libre es todavía un reducto donde puedes gritar cosas sin que nadie te diga nada. Es un reducto de libertad muy extraño… y eso quería reflejar en la novela”.

Iván Farías no es un escritor novato. Tiene ya varias peleas en la Coliseo… y se notan.

contacto: piedra.de.toque@live.com

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