Dom. May 19th, 2024
Aplausos para el pintor/escultor recién fallecido alrededor de su Tótem

José Luis Puga Sánchez

En la obra de este artista, la más vital de todas las de

los artistas de su generación inmediata anterior, hay

impulso monumental y heroico, “punch” plástico,

enorme inquietud técnico esencial y muy poderosa

dramaticidad humana

David Alfaro Siqueiros sobre Federico Silva

Hablaron de su huella como uno de los más importantes escultores del siglo XX en México, resaltaron la firmeza y finura de su trazo en los lienzos, se detuvieron en su coherencia ideológica y en su consistencia política para recalar en su trabajo de puente entre un pasado histórico que no se ha ido y un presente caótico y convulso.

El reciente 30 de noviembre, mismo día que fue inaugurada en el Palacio de Bellas Artes la monumental exposición ‘Federico Silva, lucha y fraternidad. El triunfo de la rebeldía’, el pintor y escultor habría de consumar su último gesto de insubordinación: murió sin asistir a la inauguración.

Y ahora, en el Museo de Arte de Tlaxcala, penetrado por el fálico ‘Tótem’ de Silva enhiesto en su centro, se le rindió homenaje y se dio a conocer que, una vez terminado el ciclo de exposición en Bellas Artes, allá a mediados de abril, la muestra “…. Lucha y fraternidad…” será montada en ese mismo MAT en toda su extensión.

Pero este martes 30 de enero se habló del trabajo muralístico de Silva, de su contacto con David Alfaro Siqueiros y sus nexos con Diego Rivera y con José Clemente Orozco, sus ilustres maestros- Se habló de su trabajo cinético en las paredes rugosas y calizas de la cueva de Huites, en Choix, Sinaloa, junto a la imponente presa, donde el pintor dejó su huella, retratada en un libro.

Se habló de sus proyectos vanguardistas, como como su iniciativa para la creación del espacio escultórico de la UNAM, de ese monumental fresco en la cueva de Huites, del experimental concierto en el 70, en el Museo de Arte Moderno, de enlazar su trabajo escultórico con el trabajo de compositores como Manuel Enríquez  y Mario Lavista; del museo escultórico en San Luis Potosí con su nombre, de la regazón de sus esculturas en Francia, Estados unidos, Jamaica, Bélgica, España y Japón.

Se aludió a sus publicaciones, como sus tres autobiografías: Cuadernos de Amaxac. A fin de cuentas el arte arde en el infierno (2006), Dos x tres. Crónica. Apuntes autobiográficos (2010) y México por Tacuba (2013).

Se abordó su activismo ideológico, de sus contactos con Vicente Lombardo Toledano, con José Revueltas, con las élites del poder político y económico… y sus frecuentes roces con ellos mismos, dadas sus posiciones en las antípodas.

Y se remarcó su llegada a Tlaxcala 40 años atrás, cuando en compañía de su esposa María Esther, visitaron Cacaxtla para conocer el mural de la batalla… y ahí perdió la guerra. Se quedó en el estado por el resto de su vida.

La Estrella, una ex hacienda en Amaxac de Guerrero, fue su nuevo campo experimental y de creación. Un surtidor de esculturas monumentales, aéreas, cinéticas, parlantes, se diseminó en el mundo.

Unánime fue el reconocimiento, este lunes, de la veta primigenia en su sangre, de ese escarbar en los abismos de la historia para traer al presente su fuerza y su valor, para redimensionar toda esa enorme herencia que nutre al multiculturalismo mexicano.

Hablaron, sí, la directora del Museo de Bellas Artes, Alejandra de la Paz. La secretaria de Turismo del estado, Josefina Rodríguez, el secretario de Cultura, Antonio Martínez, el crítico Luis Ignacio Sáinz, el exdirector del ITC Willebaldo Herrera y la nieta Mariana Silva, en tanto que la viuda María Esther González donó un cuadro del extinto pintor y escultor al MAT.

Si, se habló de Federico Silva… quien pasó en solitario, fuera del interés gremial, social y gubernamental, los postreros lustros de su vida.

contacto: piedra.de.toque@live.com

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