Lun. May 20th, 2024

José Luis Puga Sánchez

La promesa fue alta: adentrarnos en los pliegues profundos de las danzas de carnaval en Tlaxcala, conocer sus resortes, entender sus orígenes, notar su evolución… Los “Diálogos de carnaval” convocados por la Secretaría de Cultura y el Instituto de Investigación y Difusión de la Danza Mexicana atrajeron mucha atención…. pero se diluyó en el desencanto.

El auditorio de la Pinacoteca ese 20 de febrero, a las 4 de la tarde, lucía lleno para la inauguración.

El auditorio de la Pinacoteca un día después, el 21 de febrero, a las 6 de la tarde, lucía completamente vacío en su última sesión.

La frondosa asistencia inicial de público puso en evidencia la necesidad de adentrarnos en su esencia, más allá de solo sus coreografías, sus vestuarios o sus acordes musicales.

Al llamado acudió un nutrido grupo de personas interesadas en conocer con mayor detalle los inicios de las fiestas de carnaval, sus significados, incluso sus raíces anteriores a la conquista, la forma en que se amalgamó con la religión traída por los europeos, su evolución en el tiempo, su relación con el devenir social hasta los tiempos que hoy corren.

No, nada de eso se abordó. Cuando menos no como lo esperaba el público.

Los hermanos Jaime y José Pilar Javier Castro Ramírez, fundadores y directores del Instituto de Investigación y Difusión de la Danza Mexicana, ambos con una muy larga experiencia en la creación y dirección de compañías de danza folclórica, además de ser tenaces investigadores de campo, hablaron del carnaval, pero no se detuvieron en sus raíces. Hablaron de ciertas características en las expresiones actuales, pero no detallaron y menos señalaron significados, causas y efectos.

Se refirieron a vestimentas, pero solo a paso de turista, sin el mínimo de observación. Hablaron de los personajes en las camadas, pero solo enunciándolos y una untada de su simbología. Ejemplo: Los catrines, personajes principales en las camadas de Amaxac de Guerrero, Santa Cruz, San Miguel Contla, representan al mexicano afrancesado que cobra auge en el porfiriato. Ninguna precisión más.

Dijeron que el guerrero es un personaje que creen se originó en Tizatlán, “aunque puede ser lo mismo en Yauhquemehcan, en Tlacuilocan o en Atlihuetzía… no se sabe con certeza. Lo que sí sabemos, por su vestimenta, es que representa al soldado español, a los que llegaron a la invasión, aunque con el tiempo la indumentaria se ha ido modificando”. ¿Cómo llegaron y que tanto se ha modificado?… quedó en el misterio.

Otro personaje en las camadas, el charro, es muy austero. “No representa al capataz y es al que tiene que ahorcar. Es el caporal, quien presiona a los integrantes de la camada a bailar… y bailar bien. Si no sucede así, los castiga con el chicote. Imponen orden en la camada”.

Así tocaron a los “diablos” de Ixtacuixtla, personaje nacido para la celebración de semana santa, para después extender su presencia al carnaval.

En Contla señalaron que se integra una cuadrilla de “payasos” o “arlequines”, “porque ya no se les permitía bailar alrededor de la cuadrilla o de la camada normal porque estorbaban, impedían el buen desarrollo de la coreografía, entonces los alejaron y ya separados deciden ellos conformar su propia cuadrilla”.

Con una mirada un poco más panorámica, dijeron que muchos de los personajes del carnaval en Tlaxcala son “invertidos”, “son una burla, una sátira hacia los ricos, los poderosos, pero tienen el tono de burla porque los ricos, los pudientes, los apapachaban, pero los trataban mal, los explotaban. El carnaval es un medio por el cual se podían expresar los naturales o los indígenas, para invertir el trato real que les daban los hacendados”.

Algunas reinas de carnaval, actuales o anteriores, ofrecieron un rápido recuento de su experiencia en el cargo, sus placeres, como la convivencia general con todos los danzantes, o la obligación de promover esta fiesta en todos lados, y por otro lado sus sacrificios en tiempo y cariños de familiares y amigos.

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