Jue. May 2nd, 2024
Un coro en el festival

José Luis Puga Sánchez

Todas son mujeres y todas con una historia que narrar… y quisieron hacerlo, lo buscaron… y lo dejaron salir…

La iniciativa fue de ellas y de sus grupos. No se trató, de ninguna manera, de un programa oficial ni oficialista… y solicitaron el espacio. Pero no se trató tampoco de organización multi grupal, no. Cada grupo buscó en solitario el espacio y, de hecho, no hubo interrelación directa entre cada programa.

El Festival de Marzo se endosó a toda esa atmósfera multicolor que cubre el día internacional de la mujer y, juntas pero no revueltas, las agrupaciones de mujeres tomaron por asalto el Museo Miguel N. Lira los días 5, 6 y 7 de marzo, donde hicieron brotar su canto, su palabra, sus emociones.

“Refugios temporales” fue un espacio de descubrimiento, de entendimiento en el cual la artista textil Ana Rosa Díaz dialogó casi periodísticamente con varias mujeres, pero una tras otra, para extraerles sus fórmulas de contrapeso a la desigualdad de género, a la opresión que asfixia a la mujer, de su cotidianidad, de su vida y la de muchas congéneres.

Un día después, el 6, el grupo cultural Soatsitsin Senka Tekitih (“Mujercitas trabajadoras”), agrupación de mujeres indígenas de Tetlanohcan, con colaboración femenina de Tlaltelulco y de Acxotla del Monte.

Todas, como en parvada de estorninos en vuelo sincronizado, llevaron de la mano a las espectadoras por sus experiencias, sus vicisitudes, sus tropiezos, sus alegrías y su fuerza en el ámbito laboral, creativo, humano…

Se escucharon testimonios de Norma Gutiérrez, bordadora en pepenado de Ixtenco, de Dalia Rodríguez Hernández, cocinera tradicional de Contla, y otros más. “Testimonios vivos de mujeres que inspiran” tuvo el objetivo nace de visibilizar el trabajo y la experiencia de las propias mujeres que, ante las circunstancias adversas, se dieron el valor de intentar hacer las cosas de otra forma, se empoderaron y con su trabajo colectivo y lograron transformar su realidad.

Misma tarde, otro escenario. Al fondo del museo un pequeño grupo de mujeres, la mayoría jóvenes, hablaron de feminismo, de comunidades rurales y de naturaleza.

La mirada del taller estaba puesta en la mujer como plan de acción ante el cambio climático. Se habló ahí, por tanto, del impacto de la migración en las mujeres con hijos y en los hombres solos, de habló de los derechos sexuales y reproductivos en comunidades pequeñas; duro señalamientos hubo para la “cultura” donde las casi niñas son obligadas a casarse, incluso con el consentimiento de madre y padre; niñez ignorada, con mínima educación o sin ninguna, sin servicios de salud; las niñas sufren más ser sacadas de la escuela para cuidar a familiares, en casos de emergencia, solo las niñas deben hacer labores hogareñas; padecen condiciones insalubres ejemplificadas en la forma de apenas sobrellevar su periodo menstrual.

Se recalcó que la sujeción femenina al entorno hogareño le impide buscar su independencia económica, pese a que la mujer representa casi el 50 por ciento de la fuerza agrícola rural, sin embargo, tiene menor independencia económica. A trabajos iguales, ingresos diferentes.

El taller de eco feminismo buscó mostrar la lucha feminista a favor de la vida en todas sus manifestaciones… y la naturaleza es una de sus más importantes expresiones.

La jornada del día último fue ocupada por estudiantes de la Autónoma de Tlaxcala, quienes hablaron de feminismo visto desde la óptica de la sociología.

Los tres días quienes asistieron al festival, mujeres en el 95 por ciento, pudieron apreciar y adquirir productos artesanales como dulces, textiles y bordados, ofertados en un mercadito ahí instalado, todo en la vía de hacer comunidad, verse juntas, unidas y fuertes para llegar a vivir sin miedo.

Fue un surtidor de historias tan diversas, pero tan parecidas…

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